E Algo + no 4º Domingo de Coresma – Ciclo A

CITAS

«Sólo con el corazón se puede ver bien;

lo esencial es invisible para los ojos».

No hay peor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver. No hay nada peor que una persona despechada…

San Agustín, “Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz” (C 10,27,38).

Isaac, el sirio: Bienaventurado el hombre que conoce su propia debilidad, pues este conocimiento se convierte para él en fundamento, raíz y principio de todo bien. (…) Cuando un hombre sabe que tiene necesidad del auxilio divino multiplica sus oraciones. Y mientras más ora, más su corazón se vuelve humilde. (…) Cuando el hombre se ha hecho humilde, inmediatamente la misericordia [de Dios] lo rodea y el corazón experimenta el auxilio divino. Descubre que sube en él una fuerza que le establece en la confianza. Cuando el hombre experimenta así el auxilio divino, (…) su corazón inmediatamente se llena de confianza y comprende entonces que la oración es el refugio donde encuentra el auxilio, la fuente de salvación, el tesoro de la confianza, la puerta donde se protege de la tempestad, la luz de los que están en tinieblas, las fuerzas de los débiles, la protección en el momento de las pruebas, la ayuda más fuerte para la enfermedad. (…) En una palabra, la oración es la puerta por la cual llegan a él todos estos bienes. Él encuentra desde ahora sus delicias en una oración llena de fe. Su corazón está iluminado por la confianza. Está lejos de su ceguera de antes y de su oración [pronunciada] sólo con los labios. Desde el momento en que él ha comprendido todo esto, posee la oración en su alma como un tesoro. Y tan grande es su alegría que su oración se ha cambiado en grito de acción de gracias.

S. Hipólito, Para nosotros que creemos en él, se instaura un día de luz, largo, eterno, que no se extingue: la Pascua mística (pasc. 1-2).

San Juan de Ávila llama a Jesús: «Luz mía, clara claridad mía, resplandeciente resplandor mío, alegre alegría mía» (BAC-OC. I 1.082).

Concilio Vaticano II, El misterio del hombre sólo se esclarece realmente en el misterio del Verbo Encarnado. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera de su Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad (Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 22).

San Josemaría Escrivá Todos unidos a decir esa jaculatoria: Domine, ut videam!, que cada uno vea. Ut videamus!, que nos acordemos de pedir que los demás vean. Ut videant!, que pidamos esa luz divina para todas las almas sin excepción (…)Domine, ut videam! Señor, haz que yo vea; haz que vea con los ojos de mi alma, con los ojos de la fe, con los ojos de la obediencia, con la limpieza de mi vida. Que yo vea con mi inteligencia, para defender al Señor en todos los ámbitos del mundo.

S. Juan Pablo II, El relato evangélico nos hace comprender cuán preciosa es la vista de los ojos, pero cuánto más preciosa es aún la luz de la fe.¡Sed luz también vosotros en vuestra parroquia, en vuestra ciudad, en vuestra patria! Sed luz, con la frecuencia asidua y convencida a la Santa Misa dominical y festiva; sed luz eliminando escrupulosamente las palabras soeces, la blasfemia, la lectura de diarios y revistas pornográficas, la visión de espectáculos negativos; sed luz con el ejemplo continuo de vuestra bondad y de vuestra fidelidad en todo lugar, pero especialmente en el ambiente privilegiado de la familia, recordando que «toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz». Homilía (29-03-1981)

El ciego de nacimiento representa al hombre marcado por el pecado, que desea conocer la verdad sobre sí mismo y sobre su destino, pero se ve impedido por una enfermedad congénita. Sólo Jesús puede curarlo: él es «la luz del mundo» (Jn 9, 5). Al confiar en él, todo ser humano espiritualmente ciego de nacimiento tiene la posibilidad de «volver a la luz», es decir, de nacer a la vida sobrenatural. (Ángelus, domingo 10 de marzo de 2002)

Benedicto XVI, La liturgia de este domingo, denominado «Laetare», nos invita a alegrarnos, a regocijarnos, como proclama la antífona de entrada de la celebración eucarística: «Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis; alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos» (cf. Is 66, 10-11). ¿Cuál es la razón profunda de esta alegría? Nos lo dice el Evangelio de hoy, en el cual Jesús cura a un hombre ciego de nacimiento. Ángelus (03-04-2011)

«cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios»

Francisco, «¿Creéis que Jesús es el Hijo de Dios? ¿Creéis que puede cambiaros el corazón? ¿Creéis que puede hacer ver la realidad como la ve Él, no como la vemos nosotros? ¿Creéis que Él es la luz, nos da la verdadera luz?» ¿Qué responderíais? Que cada uno responda en su corazón. Ángelus (26-03-2017)

Antoine de Saint-Exupéry, «He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos. – Lo esencial es invisible para los ojos- repitió el principito para acordarse.» El Principito

Marian Rojas Estapé, «La felicidad no es lo que nos pasa sino como interpretamos lo que nos pasa. Elegir felicidad en lugar de infidelidad. Aprender a disfrutar en la medida de lo posible. La felicidad depende de superar heridas y dificultades» Cómo hacer que te pasen cosas buenas

José Antonio Pagola Nuestra Iglesia no necesita hoy predicadores que llenen las iglesias de palabras, sino testigos que contagien, aunque sea de manera humilde, su pequeña experiencia del evangelio. No necesitamos fanáticos que defiendan «verdades» de manera autoritaria y con lenguaje vacío, tejido de tópicos y frases hechas. Necesitamos creyentes de verdad, atentos a la vida y sensibles a los problemas de la gente, buscadores de Dios capaces de escuchar y acompañar con respeto a tantos hombres y mujeres que sufren, buscan y no aciertan a vivir de manera más humana ni más creyente.

P. Raniero Cantalamessa, Hay otros ojos que deben aún abrirse al mundo, además de los físicos: ¡los ojos de la fe! Permiten vislumbrar otro mundo más allá del que vemos con los ojos del cuerpo: el mundo de Dios, de la vida eterna, el mundo del Evangelio, el mundo que no termina ni siquiera… con el fin del mundo.

El salto mediante el cual se pasa a ser cristianos en sentido propio es cuando se proclama, como el ciego de nacimiento, Jesús «Señor» y se le adora como Dios. La fe cristiana no es primariamente creer algo (que Dios existe, que hay un más allá…), sino creer en alguien. Jesús en el Evangelio no nos da una lista de cosas para creer; dice: «Creed en Dios; creed también en mí» (Jn 14,1). Para los cristianos creer es creer en Jesucristo.

Sobrado ¡Felices los que saben que no ven!

P. Kentenich los místicos hablan del ciego de nacimiento en relación con el mundo de la oración: «El ciego de nacimiento escucha todo tipo de relatos sobre la creación, la hermosura del mundo, el resplandor del firmamento, la magnificencia de las flores. Si un ciego de nacimiento recobrase por milagro la vista, se diría: – Lo que yo me imaginaba no es nada en comparación con la gloria que veo ahora. Pues bien, ese es el estado del alma cuando es colmada por el don de la sabiduría: de pronto verá las cosas en una luz resplandeciente que otros difícilmente se imaginen; y se encenderá su entusiasmo y fervor, de modo que el alma querrá abrazar esas verdades y realidades, y estará dispuesta a vivir y morir por ellas» Hacia la cima

Hans Urs von Balthasar, la luz de Jesús no sólo ilumina, sino que transforma todo lo que ilumina en luz que brilla y actúa junto con la de Jesús. (LUZ DE LA PALABRA, Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C, Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 49 s.)

Mariola López: necesitamos cristianos capaces de “descubrir puertas donde antes veíamos muros”. “Hoy nos tientan muchas cegueras: no se ven los que no cuentan económicamente y hay millones de personas consideras invisibles. Estamos amenazados por la ceguera de la seguridad, y los diferentes nos resultan extraños.

Vivimos cegados por la prisa y la auto concentración; y las fracturas humanas, las divisiones de cualquier rango, embotan nuestros sentidos y nos ciegan sobre nuestra unidad esencial”.

Isaac Asimov “Si cada año estuviéramos ciegos por un día, gozaríamos en los restantes trescientos sesenta y cuatro.”

José Saramago La ceguera también es esto: vivir en un mundo donde se ha acabado la esperanza.

Jonathan Swift “Visión es el arte de ver las cosas invisibles.”

Miguel Ángel “Dime, oh Dios, si mis ojos, realmente, la fiel verdad de la belleza miran; o si es que la belleza está en mi mente, y mis ojos la ven doquier que giran.”

Ramón María del Valle-Inclán “El ciego se entera mejor de las cosas del mundo, los ojos son unos ilusionados embusteros.”

CONTO

EL ASTRÓNOMO

Mi amigo y yo vimos el otro día a un ciego que estaba sentado solo a la sombra de un templo.

-Mira, ése es el hombre más sabio de nuestro país -, dijo mi amigo cuando decidí acercarme al ciego y saludarlo.

Después de charlar un rato con él, le pregunté:

– Perdona mi pregunta, ¿desde cuándo eres ciego?

– De nacimiento -, me dijo

– Y, ¿qué carrera has hecho?

– Soy astrónomo -, respondió

– ¿Astrónomo? ¿Un ciego astrónomo? ¿Y cómo observas el cielo?

A renglón seguido, el ciego se llevó la mano al pecho, y dijo con toda serenidad:

-Observo cada día y cada noche todos estos soles y lunas y estrellas que brillan en el cielo de mi corazón.

Tomado de P. Diego Millan García

EL CIEGO DEL HOSPITAL.

Dos jóvenes enfermos estaban ingresados en la habitación de un gran hospital. Uno era ciego. El otro, al otro lado de la habitación, tenía sus ojos totalmente vendados por una grave operación en la cabeza. Éste último comenzó a preguntar a su compañero ciego;

¿Qué ves al otro lado de la ventana? El joven ciego, le respondió: ¡No te lo puedes ni imaginar! Unos preciosos jardines; personas que se quieren; una fuente de colores; niños que juegan.

Fueron pasando los días y de nuevo el que tenía los ojos vendados preguntaba una y otra vez:

¿Y ahora? ¿Qué ves hoy? Y, el joven ciego le respondía; ¡Cosas muy bonitas! Un perro que juega con su amo. Unos montes nevados al fondo. Una banda de música que toca en un parque y, sobre todo, miles de pájaros que cruzan el cielo… incluso veo a Dios que dirige todo.

El joven de los ojos vendados estaba emocionado. ¿A Dios también?

Nunca había sido tan feliz.

Una mañana, cuando despertó, llamó a su compañero ciego pero éste no le contestó. Una enfermera le dijo: se lo han llevado esta noche y ha fallecido hace un momento.

En cuanto le retiraron las vendas preguntó: ¿Pueden ponerme al otro lado de la habitación?

La enfermera le preguntó. ¿Al otro lado? ¿Para qué? El joven respondió; quiero ver el paisaje, los montes, los pájaros, los niños, las fuentes, los enamorados, el parque, y sobre todo a Dios que dirige todo…quiero contemplar ese mundo precioso que mi compañero me ha descrito.

La enfermera, con lágrimas en los ojos, le contestó: amigo mío. En esta habitación no hay ninguna ventana. El compañero que ha estado junto a ti durante este mes, era ciego y….todo lo que te ha comentado que existía…existía de verdad…pero en su corazón. Lo ha hecho para que fueras tú más feliz, se te hiciera la enfermedad más tolerable y contemplaras lo que en su corazón habitaba y vibraba.

Tomado de claretianos

LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE

Existía antaño un rey llamado Rostro de Espejo. Reunió un día a unos ciegos de nacimiento y les dijo:

Oh, ciegos de nacimiento, ¿conocéis a los elefantes?

Respondieron: Oh, gran rey, no los conocemos. No tenemos ninguna noción de ellos.

El rey les dijo entonces: ¿Deseáis conocer su forma?

Ordenó entonces el rey a sus servidores que trajeran un elefante, y a los ciegos que tocaran el animal con sus propias manos.

Entre estos, algunos cogieron la trompa al palpar al animal y les dijo el rey: Eso es el elefante.

Los demás, al palpar al elefante, tocaron unos la oreja, otros los colmillos, otros la cabeza, otros el lomo, otros un costado, otros un muslo, otros la pata anterior, otros la huella de las pisadas, otros la cola.

A todos les decía el rey: Esto es el elefante.

Entonces el rey Rostro de Espejo hizo que retiraran al elefante y pregunto a los ciegos:

¿De qué naturaleza es el elefante?

Los ciegos que habían tocado la trompa dijeron: El elefante es semejante a una gran serpiente.

Los que habían tocado la oreja dijeron: El elefante es semejante a un abanico.

Los que habían tocado un colmillo dijeron: El elefante es semejante a una lanza.

Los que habían tocado la cabeza dijeron; El elefante es semejante a un, caldero.

Los que habían tocado el costado dijeron: El elefante es semejante a una pared.

Los que habían tocado un muslo dijeron: El elefante es semejante a un árbol.

Los que habían tocado la pata anterior dijeron: El elefante es semejante a una columna.

Los que habían tocado la huella de las pisadas dijeron: El elefante es semejante a un mortero.

Los que habían tocado la cola dijeron: El elefante es semejante a una cuerda o una maroma.

Se acusaron todos unos a otros de estar equivocados.

Unos decían: Es así. Los demás decían: No es así.

En lugar de aplacarse, la discusión se convirtió en una querella.

Cuando vio esto el rey, no pudo menos de reírse, y luego pronuncio esta sentencia:

Los ciegos aquí reunidos discuten y se pelean. El cuerpo del elefante es naturalmente único.

Son las distintas percepciones las que han provocado estos errores divergentes.

Tomado de anecdonet

PARA VER MÁS HONDO

Un joven vivió hace ya un tiempo, una tremenda enfermedad de los ojos que amenazaba con dejarle sin vista. Y contaba, en vísperas de su operación, que su madre no dejaba de rezar y rezar. «No sé para qué rezas tanto -le dijo el joven-. Tú sabes que las probabilidades de recuperación de la vista son mínimas». Y le llegó, conmovida, la voz de su madre: «Hijo, es que no rezo sólo para que veas mejor, sino sobre todo para que veas más hondo».

Seis meses después, tras una operación afortunada, el joven decía que ha recuperado bastante más que la vista, que su enfermedad le ha ayudado a entender mejor el mundo, a organizar mejor su vida, a revisar la escala de valores, poniendo en primer plano cosas antes olvidadas y haciendo regresar al papel de minucias muchas de las luchas que antes le obsesionaron como fundamentales.

Lo tremendo es que tengan que venir los grandes golpes de la vida para que empecemos a «ver» cosas elementales, que seamos todos «ciegos que ven» o que creen que ven, cuando tal vez se les está escapando el mismo jugo de la vida.

Tomado de P. Juan Jáuregui Castelo

ANÉCDOTA

UT VIDEAM!

El invierno de 1917-18 fue especialmente crudo en Logroño. Y un día de aquellos cayó una intensa nevada. Las calles de la ciudad riojana quedaron cubiertas de nieve. Un adolescente de quince años vio sobre la nieve las huellas de los pies descalzos de un carmelita. El hecho de que un hombre caminase descalzo sobre la nieve por amor a Dios fue un fogonazo de luz en el alma del joven, que experimentó una profunda inquietud divina. Si otros hacen tantos sacrificios por amor de Dios -pensó-, ¿yo no voy a ser capaz de ofrecerle nada? Éste es el origen de la vocación sacerdotal de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. Aquel muchacho con aficiones artísticas y humanísticas, además de tener aptitud para las matemáticas y el dibujo, quería ser arquitecto, pero después de ver aquellas huellas decidió ser sacerdote. Veía con claridad que Dios quería algo de él, pero no sabía qué era. Y comenzó a decir Domine, ut videam! (Señor, que vea). Al final de su vida aconsejó a sus hijos espirituales que repitieran estas palabras como jaculatoria para que Dios les hiciera ver las cosas del mundo con certeza, con claridad y con visión sobrenatural. Todos unidos a decir esa jaculatoria: Domine, ut videam!, que cada uno vea. Ut videamus!, que nos acordemos de pedir que los demás vean. Ut videant!, que pidamos esa luz divina para todas las almas sin excepción (San Josemaría Escrivá).

Tomado de anecdotasycatequesis

«¿SABES SILBAR?»

Don Bosco cuenta cómo empezó su camino de pedagogo. En la sacristía de la parroquia donde se encontraba apareció un joven con la intención de robar. El sacristán lo descubrió y le golpeaba. En ese momento apareció Don Bosco y se llevó al chico aparte para hablarle. Le preguntó si sabía algo sobre Dios o sobre la catequesis. El chico no respondía. No sabía nada. Hasta que se le ocurrió una pregunta clave: «¿Sabes silbar?». Al chico se le iluminó la cara con una sonrisa. Sí, sabía y comenzó a silbar. Una fuerza interior brotó de su corazón. Don Bosco escribe: «En cada niño se esconde un lugar de irrupción para lo bueno. Nuestra tarea consiste en percibir esa receptividad para lo bueno, en cultivarla cuidadosamente y en cuidar que lo bueno se desarrolle»

Tomado de P. Carlos Padilla Esteban

SE ME HAN ABIERTO LOS OJOS

Escuché la confidencia de tres personas: Un religioso que estuvo a punto de ser asesinado, un sacerdote que iba a ser operado de corazón a vida o muerte, gravísimo, y un seglar al que se le declaró un cáncer fulminante.

Los tres dijeron exactamente lo mismo: «En estos momentos se me han abierto los ojos y veo las cosas de distinta manera… Lo que antes me parecía muy importante, en estos momentos me hace reír»…

Tomado de P. Juan Jáuregui Castelo

FALTA DE VISIÓN

Alguien preguntó una vez a Hellen Keller: «¿Qué podría ser peor que la ceguera?» Ella respondió: «Tener la vista y no tener visión.»

Tomado de ilustraciones para predicar

LA FÁBULA DE LOS CIEGOS

La soberbia consiste en mirarse en un espejo como Narciso, sobrevalorarse, y luego compararse. Creerse así más que los demás, despreciar al resto, asignarles defectos, ignorar virtudes… descalificar, insultar la inteligencia de los demás…

El soberbio acaba aislado en su burbuja, autoexaltado en su mundo ideal, rodeado por aquellos «elegidos» que son una sociedad de bombos mutuos (eso es una descripción esperpéntica de la política…).

Hoy proponemos una fábula inspirada en Voltaire…

Durante los primeros años del hospital de ciegos, como se sabe, todos los internos detentaban los mismos derechos y sus pequeñas cuestiones se resolvían por mayoría simple, sacándolas a votación. Con el sentido del tacto sabían distinguir las monedas de cobre y las de plata, y nunca se dió el caso de que ninguno de ellos confundiese el vino de Mosela con el de Borgoña. Tenían el olfato mucho más sensible que el de sus vecinos videntes. Acerca de los cuatro sentidos consiguieron establecer brillantes razonamientos, es decir que sabían de ellos cuanto hay que saber, y de esa manera vivían tranquilos y felices en la medida en que tal cosa sea posible para unos ciegos.

Por desgracia sucedió entonces que uno de sus maestros manifestó la pretensión de saber algo concreto acerca del sentido de la vista, pronunció discursos, agitó cuanto pudo, ganó seguidores y por último consiguió hacerse nombrar principal del gremio de los ciegos. Sentaba cátedra sobre el mundo de los colores, y desde entonces todo empezó a salir mal.

Este primer dictador de los ciegos empezó por crear un círculo restringido de consejeros, mediante lo cual se adueñó de todas las limosnas. A partir de entonces nadie pudo oponérsele, y sentenció que la indumentaria de todos los ciegos era blanca. Ellos lo creyeron y hablaban mucho de sus hermosas ropas blancas, aunque ninguno de ellos las llevaba de tal color. De modo que el mundo se burlaba de ellos, por lo que se quejaron al dictador. Éste los recibió de muy mal talante, los trató de innovadores, de libertinos y de rebeldes que adoptaban las necias opiniones de las gentes que tenían vista. Eran rebeldes porque, caso inaudito, se atrevían a dudar de la infalibilidad de su jefe. Esta cuestión suscitó la aparición de dos partidos.

Para sosegar los ánimos, el sumo príncipe de los ciegos lanzó un nuevo edicto, que declaraba que la vestimenta de los ciegos era roja. Pero esto tampoco resultó cierto; ningún ciego llevaba prendas de color rojo. Las mofas arreciaron y la comunidad de los ciegos estaba cada vez más quejosa. El jefe montó en cólera, y los demás también. La batalla duró largo tiempo y no hubo paz hasta que los ciegos tomaron la decisión de suspender provisionalmente todo juicio acerca de los colores.

Un sordo que leyó este cuento admitió que el error de los ciegos había consistido en atreverse a opinar sobre colores. Por su parte, sin embargo, siguió firmemente convencido de que los sordos eran las únicas personas autorizadas a opinar en materia de música.

La Fábula de los Ciegos (inspirada en Voltaire)

Hermann Hesse 1929

Tomado de anecdonet

CHISTE

DE LA PELÍCULA: MI NOMBRE ES JOHN LENNON

“- John, ¿tienes tus lentes?

– Sí, en el bolsillo.

– ¿Y tu bolsillo es ciego?”

OJALÁ LLOVIERA

Van dos ciegos caminando un día bochornoso y le dice uno al otro:

-Ojalá lloviera

– Y yo también, contesta el otro.

¿VER PARA CREER?

Una maestra quiso demostrar a sus niños de primaria que Dios es un mito.  La clase ocurrió así: 

MAESTRA: Hoy vamos a aprender que Dios no existe. (Entonces, dirigiéndose a uno de los niños dice:) ¿Tito, ves el árbol allá afuera? 

TITO: Si, maestra.

MAESTRA: ¿Tito, ves la hierba? 

TITO: Si, maestra.

MAESTRA: Vete afuera y mira hacia arriba y dime si ves el cielo. 

TITO: (Regresando unos minutos más tarde) Si, vi el cielo, maestra.

MAESTRA: ¿Y viste a Dios? 

TITO: No, maestra.

MAESTRA: Esto es exactamente mi punto. Podemos ver todo lo que existe, pero no podemos ver a Dios porque El no existe. Es un cuento. 

En ese momento, María, una compañera de Tito, pidió a la maestra si podría hacerle más preguntas a Tito. 

La maestra, algo sorprendida, accedió.

MARIA: ¿Tito, ves los árboles afuera? 

TITO: Si. 

MARIA: ¿ves la hierba? 

TITO: (ya aburrido de tantas preguntas, contesta)  Siiiiiiiii 

MARIA: ¿ves a la maestra? 

TITO: Siiiiii

MARIA: Todo lo que existe se ve, ¿cierto?

TITO: Siiii

MARIA: ¿ves el cerebro de la maestra? 

TITO: Noooo. 

MARIA: Entonces, Tito, según nos han enseñado hoy, ¡nuestra maestra no tiene cerebro!

Hebreos 11, 1 La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.

 -Autor desconocido, traducción del inglés y adaptación, SCTJM

POEMA

«Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca. No arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las ‘íes’ a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.

Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar».

Martha Medeiros

En la noche dichosa,

en secreto, que nadie me veía,

ni yo miraba cosa,

sin otra luz y guía,

sino la que en el corazón ardía.

San Juan de la Cruz.

MEDITACIÓN

Sin llamarle,

sin haber pensado siquiera en él,

sin saber muy bien quién es,

sin tener ojos para verle…,

alguien viene,

pasa junto a nosotros,

se fija

y se sienta a nuestro lado

para estar con nosotros, los hombres.

Alguien viene,

y tiene tantas cosas

que cambiar dentro de nosotros

y en nuestro entorno…

No viene para que todo siga igual

ni para hacer silencio a nuestro lado;

viene porque es posible ser de otra manera,

tener vista y vida,

levantarse y caminar,

ser personas nuevas,

dejar la ceguera

y dar testimonio del reino

acogiendo sus semillas.

Alguien viene,

nos dirige su palabra,

una palabra que comprendemos

porque es clara,

afecta a nuestras miserias,

cura viejas heridas

y deshace tantos insoportables esfuerzos y montajes…

Viene desde la cercanía de Dios

a encontrarse con nosotros

y a abrirnos los ojos

para que conozcamos su rostro

y nunca más tengamos miedo.

Viene

y sólo nos pide lavarnos,

creer en él

y cambiar de bando,

para tener lo que más anhelamos.

Florentino Ulibarri

Creer en Jesús es creer en el Hombre.

Él es el modelo de hombre, el hombre acabado según el designio de Dios

Jesús es, a la vez, la manifestación de Dios y el modelo de hombre.

En su humanidad, se ha hecho presente lo divino.

Mi meta es también dejarme transformar en Espíritu.

Para ello hay que nacer de nuevo.

Para profundizar

¿En qué grupo me encuentro yo?

¿Soy de los que ven pero no ven

O de los que no ven pero ven?

Si está leyendo esto, es que algo ves

Sé consciente de que tienes que aclararte algo más

El relato se propone como un proceso

Empieza con una experiencia personal

Y termina postrándose ante Jesús.

Conocimiento y experiencia inseparables.

Jesús es la luz del mundo porque vio la Luz dentro de él

No me va a iluminar desde fuera

Sino ayudándome a descubrir mi propia Luz

La luz-vida ya está en el fondo de mi ser

Si miro hacia fuera, nunca la descubriré

Vivir mi verdadero ser me hará libre

Pero lo esencial de mí, no se ve con los ojos

Solo desde la verdad que soy, seré hombre cabal

Ninguna de mis limitaciones me impedirá ser yo

Debo procurar superar toda limitación

Pero lo que soy no dependerá nunca de ellas

Solo el ciego ve lo que hay que ver

No se trata de una curación médica y fisiológica

La curación es solo el pretexto para hablar de otra visión

La verdadera visión del ciego está más allá de la vista

Mi error será dejarme llevar por lo que ven los ojos

También yo estaré ciego, mientras no me deje iluminar desde dentro

Toda la Luz del mundo está ya en mí

Fray Marcos

JUNTOS HACEMOS IGLESIA

Nunca digas, no sé, no valgo, no puedo,

no tengo fuerzas, no entiendo,

esas cosas son para los que saben.

Para hacer Iglesia y Pueblo

todos valemos, sabemos y podemos.

Si tienes cinco… pon cinco;

si tienes dos… pon dos;

si tienes uno… pon uno.

Si eres ciego… sostén al que es cojo;

si eres cojo… guía al que es ciego;

si eres cojo y ciego… aún puedes cantar

que no es poco en tiempos de desencanto.

Sé valiente y humilde

para descubrir y reconocer tu don; acéptalo y

acéptate a ti mismo con él.

Si Dios te dio corazón,

que tu boca no falte en la hora de la fraternidad.

Si te dio alegría,

que tu alegría no falte en la fiesta de los pobres.

Si Dios te hizo reflexivo, que tu reflexión

no falte a la hora de medir los pasos

para conseguir un mañana mejor.

Si Dios te hizo entendido, aporta

tu entendimiento para que el pueblo crezca.

Si Dios te hizo capaz de crear unidad,

pon esa habilidad

al servicio de la unidad que nos libera.

¡Anímate!

Juntos hacemos Pueblo.

Juntos hacemos Iglesia.

En la presentación del II Plan Diocesano de Evangelización de Bilbao

ORACIÓN

QUE YO VEA

Aquí estoy, Jesús, como el ciego del camino.

Pasas a mi lado y no te veo.

Tengo los ojos cerrados a la luz

y siento en ellos como duras escamas

que me impiden verte.

Al sentir tus pasos, al oír tu voz,

siento en mí como un manantial que nace,

como un pájaro que escapa volando,

como una vida a chorro,

que grita por Ti. Yo te busco,

yo te deseo,

yo te necesito

para atravesar tantas calles en mi vida.

Jesús, me ciegan tantas cosas. Es la vida

con sus luces de colores.

Es el placer

con su fuerza irresistible. Es el dinero

con sus cadenas que aprisionan.

Estoy comenzando a vivir, Jesús,

y todos porfían mi vida. Tú también.

Llega hacia mí cada día

ese mundo calculado

y sin piedad de la propaganda.

Llega hacia mí cada día

ese mundo de lo fácil,

de lo bajo, de lo rastrero.

Y me dejo agarrar

como la mosca que cae presa

en la tela de araña.

Yo tengo mis ideales de cumbre.

Yo tengo en mí fuerzas de bajos fondos.

Yo siento en mí una lucha dura y sin piedad

por seguir en la brecha

o rendirme incondicional.

Jesús, ábreme los ojos a tu vida.

Quiero poner mis ojos en los tuyos,

y leer en ellos tu amistad.

Quiero ver tu rostro con ojos limpios.

Quiero abrir mis ojos a la luz de tu Evangelio.

Quiero mirar la vida

de frente y con sentido. Quiero

que le fe sea antorcha en mi camino.

Quiero verte y quiero aprender

de la vida, y del dolor y la muerte

sin tu luz son caos.

Quiero

ver en cada hombre un hermano.

Quiero abrir los ojos a mí mismo,

y ver dentro de mi vida. Quiero

poner mis ojos en las cosas

y buscar en ellas tu huella.

Jesús, ayúdame a ver. Que el pecado

es tiniebla densa.

Jesús, limpia mi corazón de lo sucio

para que pueda ver desde dentro.

Hoy me acerco a Ti

como el ciego del camino.

Quiero lavarme para ver.

Quiero verte para creer.

Jesús, dame coraje para que crea sin miedo.

Dame fortaleza para ser tu testigo

con alegría. Y que grite a los otros

que te he visto, que vives en mí.

Jesús, como el ciego del camino

hoy te pido que yo vea

Tomado de escolapios para orar y reflexionar

LA MIRADA DEL EVANGELIO

Ayúdanos a cambiar, señor,

nuestra mirada mundana, egoísta,

poco comprometida,

temeroso, acomodada,

Ayúdanos a cambiar

para mirar las cosas,

el mundo,

la vida con tu mirada

y desde tus ojos.

Quítanos las anteojeras

que vamos construyendo

a lo largo de los años,

que nos aíslan del dolor

y del sufrimiento

de los que caminan al lado.

Sacude nuestro corazón

para aprender a ver

con los ojos llenos de Evangelio

y Esperanza de Reino.

Corre ya el velo de nuestros ojos

para que viendo

podamos con-movernos por los otros

y movernos desde lo profundo de cada uno

para acudir a dar una mano

(y la otra, y la vida toda…)

a los que están caídos al costado del camino,

los que esta sociedad ciega

ha tirado a un costado porque no cuentan

o no interesan a las leyes del mercado.

Convierte nuestra mirada

para hacer posible y cotidiano

el milagro del buen samaritano,

ver al otro y acercarse

no pasar a su lado,

compartir, ser generoso,

darlo todo por el hermano.

¡Cuántas cosas son posibles, mi buen Dios,

si cambiamos la mirada,

si no damos vuelta la cara,

si no vivimos encerrados!

Abre nuestros ojos,

ten compasión de nosotros,

como pedía el ciego del evangelio,

que no veamos borroso,

no sea que confundamos el camino

y creamos encontrarte

donde tú no te has quedado.

Descúbrenos Señor

tu presencia viva,

entre los pobres.

Que te reconozcamos

en el desnudo,

el hambriento,

el que está solo,

el preso,

el enfermo,

y tantos otros Señor,

en quienes nos sales al encuentro cada día,

sin que a veces lo advirtamos,

por tener el corazón endurecido

y los ojos cegados.

¡ Conviértenos Señor !

Devuélvenos la mirada confiada

de los niños,

la transparencia que habla

de lo que abunda en el alma.

No permitas que cerremos los ojos

y creamos hallarte dentro nuestro

sin buscarte y encontrarte

por donde andas a diario.

Que la ambición. el conformismo,

la comodidad y las falsas seguridades

no nublen nuestra mirada.

Desata ya mismo

un vendaval que se lleve

las nubes de nuestras explicaciones fáciles,

y también las difíciles,

a Dios no alcanza con que explicarlo,

hay que vivirlo

y contemplarlo donde a El se le antoja estar

y no donde a nosotros nos conviene ver

Será tan difícil, Señor,

que nos demos cuenta que no estás

en el crucifijo de madera tallada que adoramos

sino ahí tirado entre los que ni siquiera miramos.

Ayúdanos Señor

a ver

y a cambiar…

a verte

y a optar…

a utilizar

esos lentes maravillosos

que nos dejaste

para mirar el mudo, la realidad, la vida:

La mirada del Evangelio,

para ver

con los ojos de Dios.

Marcelo A. Murúa

Tomado de escolapios para orar y reflexionar

DÓNDE ESTÁ TU LUZ

Dame Señor, tu mano guiadora.

Dime dónde la luz del sol se esconde.

Donde la vida verdadera.

Dónde la verdadera muerte redentora.

Que estoy ciego, Señor,

que quiero ahora saber.

Anda Señor, anda, responde

de una vez para siempre. Dime dónde

se halla tu luz que dicen cegadora.

Dame, Señor, tu mano. Dame el viento

que arrastra a Ti a os hombres desvalidos.

O dime dónde está, para buscarlo.

Que estoy ciego, Señor. Que ya no siento

la luz sobre mis ojos ateridos

y ya no tengo Dios para adorarlo.

López Gorge, J. “Gritos y Plegarias”, p. 258

¿SOY CIEGO, SEÑOR?

Digo creer en Ti, y vivo como si no existieras

Pretendo caminar por tus sendas y no palpo tu presencia

Presumo de conocerte y apenas escucho tu Palabra

Digo que ¡nadie hay como Tú!

y tiemblo cuando las dificultades asoman

¿SERÉ ACASO CIEGO, SEÑOR?

Abro los ojos ante el mundo

y me cuesta decir que Tú lo mueves

Confieso que Tú eres la luz del mundo

y me escondo en oscuridades peligrosas

Rezo mirando al cielo

y a la vez me fío demasiado

de las decisiones del mundo

¿TENDRÉ CEGUERA ESPIRITUAL, SEÑOR?

Soy humano y, muchos días,

me considero exclusivamente divino

Soy pecador y, queriendo o sin querer,

me las doy de justo y honrado

Afirmo conocer todos los secretos

y, a mis ojos, se escapa lo esencial

Conozco la ciencia y la matemática

y no sé cómo encontrarte en mi vida

¿SERÉ CIEGO, SEÑOR?

Porque leo tu Palabra

y, pienso que es para los demás

Escucho tu Palabra

y creo que no va conmigo

Camino, subo y bajo, corro y avanzo

y me tropiezo a cada instante

dándome de bruces

contra mis propias ideas y pensamientos

¡CAMBIÁME, SEÑOR!

Mi naturaleza humana, para reconocerte

La forma de mirar para no perderte de vista

El ritmo en mi caminar para ir a tu lado

El ruido de mi existencia para escuchar tus pisadas

Los nubarrones de mis pensamientos

para que Tú seas la luz de todo mí ser

¿ESTARÉ CIEGO, SEÑOR?

Javier Leoz

CANTO

Mirar con nuevos ojos Juan Baena

Tu fe (Reflexión) Siempre Así

https://youtu.be/-a616F4Bgd0 music

Abre mis ojos – Danilo Montero

VIDEO

Recobrar la vista – 4º Domingo de Cuaresma, Ciclo A

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