E Algo + no Domingo XXIX

San Juan Crisóstomo: «Los discípulos ambicionaban alcanzar honores del Señor y deseaban ser enaltecidos por Cristo, porque cuanto más elevado está el hombre, es más digno de ser honrado. Por esto el Señor no puso obstáculo al deseo de sus discípulos, sino que los condujo a la humildad».

San Juan Pablo II, Así dice Jesús a los Doce, sorprendidos al discutir entre ellos sobre “quien fuese el más grande” (Mc 9, 34). Es la tentación de siempre, que no perdona siquiera a quien es llamado a presidir la Eucaristía, el sacramento del amor supremo del “Siervo sufriente”. Quien cumple este servicio, en realidad, es todavía más radicalmente llamado a ser siervo. Es llamado, de hecho, a lograr “in persona Christi” y por lo tanto a revivir la misma condición de Jesús en la Última Cena, asumiendo por ello la misma disponibilidad para amar no sólo hasta el fin sino a dar la vida. Presidir la Cena del Señor, es por lo tanto, una invitación urgente para ofrecerse como don, para que permanezca y crezca en la Iglesia la actitud del Siervo sufriente y Señor. Mensaje, XL Jornada de Oración por las Vocaciones, 16-10-2002

Francisco, El verdadero poder es el servicio. La lucha por el poder en la Iglesia no es cuestión de estos días. Comenzó allá, precisamente con Jesús: mientras el Señor hablaba de la Pasión, los discípulos pensaban en discutir sobre quién de ellos era el más importante. Pero en la óptica del Evangelio la lucha por el poder en la Iglesia no debe existir. O, si queremos, que exista la lucha por el verdadero poder, es decir, el que Él, con su ejemplo, nos enseñó: el poder del servicio. Como hizo Él, que vino no para ser servido, sino para servir. Y su servicio fue precisamente un servicio de cruz: Él se abajó, hasta la muerte, con muerte de cruz, por nosotros; para servirnos, para salvarnos.Homilía, 21-05-2013

Papa Francisco Imploremos la intercesión de los mártires para ser cristianos concretos, cristianos con obras y no de palabras; para no ser cristianos mediocres, cristianos barnizados de cristianismo pero sin sustancia. Ellos no eran barnizados; eran cristianos hasta el final; pidámosle su ayuda para mantener firme la fe, aunque haya dificultades, y seamos así fermento de esperanza y artífices de hermandad y solidaridad .

Shakespeare “Si fuera tan fácil hacer lo que se debe, como conocerlo, las ermitas serían catedrales y palacios las cabañas” El mercader de Venecia de William Shakespeare, (Acto I, Escena I)

ANÉCDOTA

MI NOMBRE ES GEORGE WASHINGTON

Durante la guerra de independencia americana una compañía de soldados, con su capitán al frente, estaba construyendo un fuerte con pesados maderos. Mientras los soldados sudaban por levantar el madero que haría de dintel, el capitán manos en las caderas, les gritaba y gritaba que levantaran el maldito madero.

De repente en la distancia apareció un extraño que cabalgaba hacia el fuerte. Cuando llegó y vio la escena se dirigió al capitán y le dijo: ¿por qué no les echa una mano?

“Soy un oficial” fue su respuesta.

El extraño se sumó al grupo de soldados y entre todos colocaron el madero.

Al despedirse le dijo al capitán: la próxima vez que necesite ayuda, llámeme. Mi nombre es George Washington y soy el comandante en jefe del ejército de los Estados Unidos.

“EL INSTINTO DEL TAMBOR MAYOR”.

Martin Luther King predicó uno de sus sermones más memorables sobre el Evangelio de hoy. Lo tituló: “El instinto del tambor mayor”.

Y lo define: “un deseo de estar al frente, un deseo de liderar el desfile, un deseo de ser el primero”.

Todos tenemos este gran instinto.

CONTO

Había una vez un gran jefe que era muy orgulloso. Un día se paseaba por la ciudad y gritaba para quien quisiera oírle: «Soy grande. No hay nadie más grande que yo». Una anciana que lo oyó, se le acercó y le dijo: «Yo conozco a uno que es verdaderamente grande».

El gran jefe se sorprendió y enojado le dijo: «¿Qué? ¿Quién es más grande que yo?

La sabia anciana dijo: «Venga a mi casa mañana cuando el sol esté en lo más alto del cielo y yo se lo presentaré «.» Muy bien, dijo el jefe, mañana veremos quién es más grande».

Al día siguiente, el jefe vestido con sus mejores ropas y joyas fue a visitar a la anciana mientras se repetía por el camino: «No hay nadie más grande que yo».

Cuando el jefe entró en la casa vio a la anciana sentada contra la pared y a un niñito gateando junto a ella. «¿Dónde está ese gran jefe del que me hablaste ayer?»

La anciana cogió en sus brazos a un bebé y dijo: «Éste es el grande del que le hablé».

Al gran jefe no le agradó este anuncio. Muy enfadado gritó a la anciana: «¿Qué es esto? No intentes engañarme. Esto no es más que un bebé.»

El niño asustado por el grito súbito y poderoso comenzó a llorar. El jefe se conmovió. No quería asustarle. Arrodillado, se quitó las plumas de águila y halcón que llevaba en el pelo y acarició las mejillas del niño. Sacó la bolsa de las medicinas y las colocó debajo de su nariz. Se quitó finalmente sus collares que hicieron de sonajero a los oídos del niño. Poco a poco el niño dejó de llorar y comenzó a escuchar y mirar.

La anciana sonriendo le dijo: «Se da cuenta, incluso usted el gran jefe, tuvo que dejar de hablar y cuidar del niño. En cada casa, el niño es verdaderamente grande porque incluso el jefe más grande, como usted, tiene que convertirse en el servidor de un niño. Así lo quiso el Creador. El Creador no le hizo grande para que pudiera presumir de su grandeza. El Creador le hizo grande para que usted pudiera ayudar a los que no son tan fuertes como usted».

A partir de aquel día nadie oyó al gran jefe proclamar su grandeza.

RENUNCIAR AL «YO»

El discípulo: Vengo a ofrecerte mis servicios.

El maestro: Si renuncias a tu «yo», el servicio brotará automáticamente.

Puedes entregar todos tus bienes para ayudar a los pobres, y entregar tu cuerpo a la hoguera, y no tener amor en absoluto. Guarda tus bienes y renuncia a tu «yo». No quemes tu cuerpo; quema tu «ego». Y el amor brotará automáticamente.

¿QUIERE DIOS QUE UNO MUERA EN LUGAR DE OTRO?

Eran los días de la enfermedad contagiosa, el cólera. Esta plaga extendía con rapidez mortal por las llanuras del norte de la India. La gente moría callada, resignada, apagada…y el problema no era cómo salvar a los vivos sino cómo incinerar a los muertos, tantos eran diseminados por todos lados. Un cierto Mallikí cuenta que a una tía suya le alcanzó el cólera. Toda la familia se reunió a su alrededor y su hermana hizo en aquel momento esta oración : «Señor, mi hermana tiene dos hijos pequeños que sufrirán mucho si su madre muere. En cambio mis hijos son ya mayores y no me necesitan. Salva a mi hermana y toma mi vida en cambio» Y justamente eso fue lo que sucedió: la tía mejoró y pronto estuvo fuera de peligro.

Al mismo tiempo la madre de Mallikí contrajo los síntomas, enfermó y murió en pocos días. La heroica muerte de su madre impresionó tan vivamente a Mallikí que éste decidió consagrar su vida al servicio de los demás. El recuerdo de su madre le sirvió de inspiración constante en su noble trabajo.

Lo que hay, sin lugar a dudas, es fe profunda, amor desinteresado y sacrificio supremo.

CANTO

BROTES DE OLIVO PEQUEÑO Y POBRE

HE VENIDO A SERVIR Ain Karem

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