E Algo + no Domingo XXI do Tempo Ordinario – Ciclo A

CITA

San Agustín «Jesús no es valorado en nada, hasta que sea valorado sobre todo».

S. León Magno “Tú eres Pedro… aunque Yo soy la piedra inconmovible, la piedra angular…, sin embargo, también tú eres piedra (Pedro), porque eres consolidado por mi propia fuerza y porque las prerrogativas que son y siguen siendo mías, las compartes conmigo por la comunicación que Yo te hago de ellas” (Serm. 4).

Benedicto XVI, Jesús es el «Hijo del Dios vivo», el Mesías prometido, que vino a la tierra para ofrecer a la humanidad la salvación y para colmar la sed de vida y de amor que siente todo ser humano. ¡Cuán beneficioso sería para la humanidad si acogiera este anuncio que conlleva la alegría y la paz!

“»¿Quién es para ti Jesús de Nazaret?». […] Jesús no vino a enseñarnos una filosofía, sino a mostrarnos una senda; más aún, la senda que conduce a la vida. Esta senda es el amor, que es la expresión de la verdadera fe. Si uno ama al prójimo con corazón puro y generoso, quiere decir que conoce verdaderamente a Dios. En cambio, si alguien dice que tiene fe, pero no ama a los hermanos, no es un verdadero creyente. Dios no habita en él.” 13 septiembre de 2009

Papa Francisco “«Y vosotros, ¿quién decís que soy?». La pregunta de Jesús a sus discípulos alcanza, después de dos mil años, a cada uno de nosotros y pide una respuesta. Una respuesta que no se encuentra en los libros como una fórmula, sino en la experiencia de quien sigue de verdad a Jesús, con la ayuda de un «gran trabajador», el Espíritu Santo. […] También hoy, escuchamos muchas veces dentro de nosotros» la misma pregunta dirigida por Jesús a los apóstoles. Jesús «se dirige a nosotros y nos pregunta: para ti, ¿quién soy yo? ¿Quién es Jesucristo para cada uno de nosotros, para mí? ¿Quién es Jesucristo?».[…] En efecto, «Jesús no dijo a Pedro y a sus apóstoles: ¡conóceme! Dijo: ¡sígueme!». Y precisamente «este seguir a Jesús nos hace conocer a Jesús. Seguir a Jesús con nuestras virtudes» y «también con nuestros pecados. Pero seguir siempre a Jesús».20 de febrero de 2014,

Einstein dice: «Soy judío, pero estoy cautivado por la figura luminosa del Nazareno. Jesús es demasiado colosal para la pluma de los traficantes de frases, por ingeniosas que sean»… Napoleón, «Conozco a los hombres y te digo que Jesús no es un simple hombre. Entre él y cualquier otra persona no hay término posible de comparación. Alejandro, César… y yo fundamos imperios sobre la fuerza. Jesucristo fundó un imperio sobre el amor y en esta hora morirían millones de hombres. para él». Tomado del P. Félix Jiménez,

Enrique Martínez Lozano, Lo que es Jesús lo somos todos, aunque –como señala Javier Melloni– “nos da miedo reconocerlo”.

Fray Marcos Descubrirás quién es Jesús solo si vives lo que hay de divino en ti.

         A Jesús nunca le pudo pasar por la cabeza el fundar una Iglesia. Él era judío por los cuatro costados y no podía pensar en una religión distinta. Lo que quiso hacer con su mensaje fue purificar la religión judía de todas las adheren­cias que la hacían incompatible con el verdadero Dios. Tampoco los primeros seguidores de Jesús pensaron en apartarse del judaísmo. Fue el rechazo frontal de las autoridades judías, sobre todo de los fariseos después de la destrucción del templo, lo que les obligó a emprender su propio camino. Entonces se consideraron el verdadero Israel y rechazaron la religión tradicional.

R. Tagore: «No se puede atravesar el mar simplemente mirando el agua».

CONTO

Un domingo, un hombre de negocios fue a misa y al final felicitó al párroco por su sermón, pero a su felicitación agregó la siguiente crítica constructiva:

Si usted trabajaa para mí tendría que tener una conversación con usted.

Su voz captó mi atención. Su entusiasmo despertó mi interés. Lo que dijo era necesario decirlo. Y ahí terminó todo. No me pidió que hiciera algo, no me pidió nada a cambio.

En los negocios, si usted quiere triunfar, tiene que conseguir que la gente firme en la línea al final de la página, si no pronto estará fuera de los negocios.

Tomado de P. Félix Jiménez

¿QUÉ MESÍAS ES JESÚS? 

Cierto día, Buda, sentado sobre la flor del loto, enseñaba la necesidad de suprimir el sufrimiento para alcanzar la felicidad. El dolor, al oírlo, se quedó muy triste, porque ya nadie lo querría. Poco después pasó por allí un joven lleno de caridad, y, viendo llorar al dolor, se le enterneció el corazón, lo tomó de la mano y lo convirtió en su amigo inseparable. Ese joven se llamaba Jesús. Cuando Jesús comenzó a predicar, los oyentes se contagiaron de su felicidad. Por primera vez en la historia, el dolor se alegraba viendo que él también podía dar algún fruto, pues Jesús decía que no habría felicidad sin cruz. Incluso murió en ella abrazado a su amigo el dolor, pero con el corazón inmerso en la alegría. Buda se asombró al constatar que Jesús y él buscaban lo mismo: la felicidad. Sin embargo, mientras Buda eliminaba el sufrimiento por la vía de la renuncia y de la meditación, Jesús lo asumía para sanar el pecado y traer la salvación. Al final, ni uno ni otro erradicaron el dolor del mundo. Buda no pudo; Jesús no quiso. Hoy, la felicidad toma la mano al sufrimiento para que no se encuentre solo. Y el sufrimiento se llena de esperanza y de alegría cuando ve que la felicidad pasa por el camino de la cruz.

Tomado de P. Diego Millán

ANÉCDOTA

CESAREA DE FILIPO

Se refiere a la ciudad que era la capital de la tetrarquía gobernada en aquella época por Filipo, hijo de Herodes el grande. La ciudad estaba situada a unos cuarenta kilómetros al norte de Cafarnaúm, fuera de Galilea. Originalmente la ciudad se llamaba Paneas, por ser un centro de culto del dios griego Pan. El emperador romano Augusto le concedió el gobierno de la región a Herodes el Grande, rey de Judea, quien en esa ciudad mandó construir un templo dedicado al César Augusto. El así llamado “Templo de Augusto” fue construido con mármol blanco sobre un peñón de roca basáltica, es decir, roca muy sólida y oscura. En la altura de la roca aquel templo dominaba sobre la ciudad y sobre el campo, de modo que la vista de este impresionante templo bien pudo haber servido al Señor Jesús como figura para hablar a sus Apóstoles de “Su Iglesia” que Él iba a construir sobre otra roca: Simón, “Kefas”, “Piedra”, debido a que el Señor se valía de esas imágenes o estampas de la vida cotidiana para hacer sus comparaciones.

         Herodes Filipo, hijo de Herodes el Grande, decidió rebautizar esta ciudad luego de embellecerla y engrandecerla con nuevos edificios. De Paneas pasó a llamarse Cesarea, en honor al César, el emperador romano. En la época de Jesús se la conocía como Cesarea de Filipo para distinguirla de Cesarea marítima, puerto ubicado en la costa de Palestina

Tomado de Dies Domini

PETRUS

Jesús no solía cambiar el nombre a sus discípulos. Si se exceptúa el sobrenombre de «hijos del trueno», que dirigió en una circunstancia precisa a los hijos de Zebedeo (cf. Mc 3, 17) y que ya no volvió a usar, nunca atribuyó un nuevo nombre a uno de sus discípulos. En cambio, sí lo hizo con Simón, llamándolo «Cefas», nombre que luego fue traducido en griego por Petros, en latín Petrus. Y fue traducido precisamente porque no era sólo un nombre; era un «mandato» que Petrus recibía así del Señor. El nuevo nombre, Petrus, se repetirá muchas veces en los evangelios y acabará sustituyendo a su nombre originario, Simón.

Benedicto XVI Audiencia General (07-06-2006)

LO QUE PIENSA LA GENTE

Camino de Cesarea de Felipe, muy al norte de Israel, Jesús formula a sus discípulos una pregunta bastante ambigua: «¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?» La expresión aramea bar enosh podemos traducirla con minúscula o con mayúscula.

Con minúscula, «hijo del hombre», significa «este hombre», «yo», y es frecuente en boca de Jesús para referirse a sí mismo. Por ejemplo: «Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre [este hombre] no tiene dónde recostar la cabeza» (Mt 8,20); «El hijo del hombre [este hombre, yo] tiene autoridad en la tierra para perdonar los pecados» (Mt 9,6), etc.

Con mayúscula, «Hijo del Hombre», hace pensar en un salvador futuro, extraordinario. «Os aseguro que no habréis recorrido todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre» (Mt 10,23); «El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles para que recojan de su reino todos los escándalos y los malhechores» (Mt 13,41); «El Hijo del Hombre ha de venir con la gloria de su Padre y acompañado de sus ángeles» (Mt 16,27).

Tomado de J.L.Sicre

En un midrash, una historia judía, del Talmud se dice que Israel es el centro del mundo. El centro de Israel es Jerusalén. El centro de Jerusalén es el Templo. El centro del Templo es el Arca de la Alianza, presencia y gloria de Dios, y debajo del Arca está la roca sobre la que descansa todo.

Todo necesita un centro, una roca, un cimiento sobre el cual levantar el edificio de la vida con sus creencias, sus aspiraciones y sus sueños presentes y futuros.

Israel, el pueblo concebido por Yahvé, tuvo su centro en el Templo. Hoy, la Torá, proclamada en las sinagogas es la roca y el centro sobre lo que descansa todo, la que recuerda que Yahvé es uno.

Jesús, un judío marginal, vino a engendrar un nuevo pueblo, a proclamar el Reino de Dios, a acercarnos tanto a Dios que lo podamos experimentar como centro de la vida.

Este Jesús, en palabras del evangelio, ha sido constituido como único centro del cristiano. “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Tomado de P. Félix Jiménez

JESÚS ES LA PREGUNTA

Hacer preguntas es un método muy común en el judaísmo rabínico. «Un día», escribe el rabino Arthur Green, «salía de mi casa para dar una clase a estudiantes rabínicos. De camino a mi automóvil, noté una camioneta cerca con una calcomanía en el parachoques que decía: «Dios lo dijo, Lo creo, eso lo resuelve». Entré a mi clase y se lo conté a los estudiantes. Eso, dije, no es una calcomanía judía en los parachoques. La nuestra diría: Dios lo dijo, yo lo creo. Ahora hablemos de lo que significa”… Y Jesús, un verdadero judío, dijo, ahora hablemos de lo que significa.

En los evangelios Jesús hace muchas más preguntas de las que responde. De hecho, hace 307 preguntas. Hacer preguntas era fundamental para la vida y las enseñanzas de Jesús, y lo que estamos haciendo aquí y ahora y lo que hace la iglesia domingo tras domingo es responder algunas de esas preguntas.

Tomado de P. Félix Jiménez

Comenta Martin Scorsese sobre su película Silencio: «Dudar puede generar una sensación de soledad, pero en conjunción con la fe, con una fe profunda e inquebrantable, las dudas pueden generar una sensación de comunión y fraternidad. Silencio es la historia de un hombre que aprende (de una forma muy dolorosa) que el amor de Dios es más misterioso de lo que se imagina, que el Señor deja en manos de los feligreses más de lo que pensamos y que siempre está presente incluso a través de sus silencios».

Tomado de P. Carlos Padilla

En una escena del drama «El padre humillado» de Claudel, una muchacha judía, hermosísima pero ciega, aludiendo al doble significado de la luz, pregunta a su amigo cristiano: «Vosotros que veis, ¿qué uso habéis hecho de la luz?». Es una pregunta dirigida a todos nosotros que nos confesamos creyentes.

Tomado de P. Rainiero Cantalamessa

BANIAS

Mateo y Marcos sitúan la escena en Cesarea de Felipe, región básicamente pagana, donde hablar de mesianismo no implicaba las connotaciones políticas que podía suscitar en Galilea. Asentada a unos treinta kilómetros al norte de Betsaida y a la altura de Tiro, había sido elegida como residencia por Filipo, tetrarca de Iturea y de la Traconítide y hermano de Herodes Antipas, que la había transformado en una ciudad de notable importancia y dado el nombre de Cesarea en honor del emperador Augusto.

Sólo se menciona en este pasaje evangélico. Actualmente se llama Banias.

FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ ACERCAMIENTO A JESUS DE NAZARET – 3 PAULINAS/MADRID 1985.Págs. 87-97

CHISTE

Jesús y Pedro en la ladera de una montaña conversando y de pronto, Jesús le dice a Pedro:

– Pedro, amigo, ¿es cierto que tu me negaras tres veces antes de que cante un gallo?

Y Pedro le contesta:

– No, no, no Señor!!!

Tomado de chistesybromas

ORACIÓN

El abierto a la vida.

El buscado.

El centrado en la fuente.

El creativo.

El de los caminos de santidad.

El de los mil caminos para evocar lo sagrado que hay en cada uno de los seres humanos.

El de los silencios llenos de santidad.

El exigente lleno de misericordia.

El fascinante.

El focalizado en el cuidado de la vida.

El gratuito.

El increado que se encuentra con nosotros.

El lleno de conmiseración

El misterioso crisol de lo mejor de la humanidad.

El que abre corazones.

El que ayuda a someter el ego a la santa esencia de la vida.

El que busca amar y ser amado.

El que con nosotros arrostra nuestros miedos.

El que conecta con nuestras creatividades.

El que cuida la vida.

El que cumple su palabra.

El que entra en resonancia con lo mejor del ser humano.

El que es constante referencia en nuestro deambular por la vida.

El que es más fuerte que cualquier negatividad de cualquier nivel de la realidad humana.

El que es permanente posibilidad de iluminación.

El que es uno con el momento que vivimos.

El que facilita entender lo que de verdad amamos.

El que genera comunión con todo su ser.

El que habita la energía de la realidad.

El que hace de lo sombrío camino del encuentro con Dios.

El que ilumina las sombras.

El que irradia santidad y justicia.

El que libera de represiones.

El que llena los silenciamientos.

El que mejora lo que mira.

El que no falla.

El que no tiene estrategia.

El que nos alza de nuestras circunstancias, sean las que sean.

El que nos convoca al vaciamiento para el necesario nuevo nacimiento.

El que nos dice que no tengamos miedo.

El que nos espera más allá de cualquier crisis.

El que nos facilita de verdad la vida.

El que nos felicita definitivamente la vida.

El que nos impulsa a la fraternidad universal.

El que nos lanza a cuidar toda vida.

El que nos llena de confianza.

El que nos mejora.

El que nos ofrece fraternidad universal.

El que nos ofrece mirarle a él nos pase lo que nos pase.

El que nos pone en crisis sin juzgarnos.

El que nos seduce para la comunión.

El que nos vertebra constantemente.

El que nunca ceja de esperarnos.

El que ofrece autenticidad.

El que orienta los corazones perdidos.

El que purifica las sombras.

El que quiere nuevos locos en este mundo.

El que quita escombros de las biografías.

El que regala esperanza.

El que respira con nuestros deseos más esenciales.

El que rompe nuestras contradicciones tan demasiado humanas.

El que santifica lo que toca.

El que se desprende infinitamente.

El que se entrega sin amargura.

El que siempre nos asegura que lo mejor está por venir.

El que supera a los ingratos.

El que transforma al amado.

El que une corazones.

El que va más allá de buena conciencia religiosa.

El secreto de la humanidad plena.

La densidad inaudita de la santidad en la historia de los hombres.

La luz que nos dice que lo terrible no tiene la última palabra.

Lo totalmente otro, precisamente aquí con nosotros.

El misterio del santo amor.

Carmelo Ampelio

Señor tú me has visitado

Y luego me has abandonado

Cuando yo trataba

De devolverte la vista.

Al errar sin cesar

Me has condenado,

Y todo para manifestarte,

Cuando yo desaparezco,

Y para hacerme desaparecer

Cuando te manifiestas.

Antes de irte me dijiste:

Desde ahora ya no verás nada de lo que mires

A no ser que me veas en todo cuanto miras.

Al-Nuri de Bagdad, místico sufí s. IX

MEDITACIÓN

¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?

No podemos responder sin conocerle, sin contemplar su alma, sin haber leído y releído sus palabras.

Hace dos mil años un hombre formuló esta pregunta a un grupo de amigos (Evangelio de San Marcos 8, 27). Y la historia no ha terminado aún de responderla. El que preguntaba era simplemente un aldeano que hablaba a un grupo de pescadores. Nada hacía sospechar que se tratara de alguien importante. Vestía pobremente. Él y los que le rodeaban eran gente sin cultura, sin lo que el mundo llama «cultura». No poseían títulos ni apoyos. No tenían dinero ni posibilidades de adquirirlo. No contaban con armas ni con poder alguno. Eran todos ellos jóvenes, poco más que unos muchachos, y dos de ellos -uno precisamente el que hacía la pregunta- morirían antes de dos años con las más violentas de las muertes.

Todos los demás acabarían, no mucho después, en la cruz o bajo la espada. Eran, ya desde el principio y lo serían siempre, odiados por los poderosos. Pero tampoco los pobres terminaban de entender lo que aquel hombre y sus doce amigos predicaban. Era, efectivamente, un incomprendido.

Los violentos le encontraban débil y manso. Los custodios del orden le juzgaban, en cambio, violento y peligroso. Los cultos le despreciaban y le temían. Los poderosos se reían de su locura. Había dedicado toda su vida a Dios, pero los ministros oficiales de la religión de su pueblo le veían como un blasfemo y un enemigo del cielo. Eran ciertamente muchos los que le seguían por los caminos cuando predicaba, pero a la mayor parte les interesaban más los gestos asombrosos que hacía o el pan que les repartía que todas las palabras que salían de sus labios. De hecho todos le abandonaron cuando sobre su cabeza rugió la tormenta de la persecución de los poderosos y sólo su madre y tres o cuatro amigos más le acompañaron en su agonía.

La tarde de aquel viernes, cuando la losa de un sepulcro prestado se cerró sobre su cuerpo, nadie habría dado un céntimo por su memoria, nadie habría podido sospechar que su recuerdo perduraría en algún sitio, fuera del corazón de aquella pobre mujer -su madre- que probablemente se hundiría en el silencio del olvido, de la noche y de la soledad.

Y… sin embargo, veinte siglos después, la historia sigue girando en torno a aquel hombre. Los historiadores -aún los más opuestos a él- siguen diciendo que tal hecho o tal batalla ocurrió tantos o cuantos años antes o después de él. Media humanidad, cuando se pregunta por sus creencias, sigue usando su nombre para denominarse. Dos mil años después de su vida y muerte, se siguen escribiendo cada año más de mil volúmenes sobre su persona y doctrina. Su historia ha servido como inspiración para, al menos, la mitad de todo el arte que ha producido el mundo desde que él vino a la tierra. Y, cada año, decenas de miles de hombres y mujeres dejan todo -sus familias, sus costumbres, tal vez hasta su patria- para seguirle enteramente, como aquellos doce primeros amigos.

¿Quién, quién es este hombre por quien tantos han muerto, a quien tantos han amado hasta la locura y en cuyo nombre se han hecho también -¡ay!- tantas violencias? Desde hace dos mil años, su nombre ha estado en boca de millones de agonizantes, como una esperanza, y de millares de mártires, como un orgullo. ¡Cuántos han sido encarcelados y atormentados, cuántos han muerto sólo por proclamarse seguidores suyos! Y también -¡ay!- ¡cuantos han sido obligados a creer en él con riesgo de sus vidas, cuantos tiranos han levantado su nombre como una bandera para justificar sus intereses o sus dogmas personales! Su doctrina, paradójicamente, inflamó el corazón de los santos y las hogueras de la Inquisición. Discípulos suyos se han llamado los misioneros que cruzaron el mundo sólo para anunciar su nombre y discípulos suyos nos atrevemos a llamarnos quienes -¡por fin!- hemos sabido compaginar su amor con el dinero.

¿Quién es, pues, este personaje que parece llamar a la entrega total o al odio frontal, este personaje que cruza de medio a medio la historia como una espada ardiente y cuyo nombre -o cuya falsificación- produce frutos tan opuestos de amor o de sangre, de locura magnífica o de vulgaridad? ¿Quién es y qué hemos hecho de él, cómo hemos usado o traicionado su voz, qué jugo misterioso o maldito hemos sacado de sus palabras? ¿Es fuego o es opio? ¿Es bálsamo que cura, espada que hiere o morfina que adormila? ¿Quién es? ¿Quién es? Pienso que el hombre que no ha respondido a esta pregunta puede estar seguro de que aún no ha comenzado a vivir. Gandhi escribió una vez: «Yo digo a los hindúes que su vida será imperfecta si no estudian respetuosamente la vida de Jesús». ¿Y qué pensar entonces de los cristianos -¿cuántos, Dios mío?- que todo 1o desconocen de él, que dicen amarle, pero jamás le han conocido personalmente?

Y es una pregunta que urge contestar porque, si él es lo que dijo de sí mismo, si él es lo que dicen de él sus discípulos, ser hombre es algo muy distinto de lo que nos imaginamos, mucho más importante de lo que creemos. Porque si Dios ha sido hombre, se ha hecho hombre, gira toda la condición humana. Si, en cambio, él hubiera sido un embaucador o un loco, media humanidad estaría perdiendo la mitad de sus vidas.

Conocerle no es una curiosidad. Es mucho más que un fenómeno de la cultura. Es algo que pone en juego nuestra existencia. Porque con Jesús no ocurre como con otros personajes de la historia. Que César pasara el Rubicón o no lo pasara, es un hecho que puede ser verdad o mentira, pero que en nada cambia el sentido de mi vida. Que Carlos V fuera emperador de Alemania o de Rusia, nada tiene que ver con mi salvación como hombre. Que Napoleón muriera derrotado en Elba o que llegara siendo emperador al final de sus días no moverá hoy a un solo ser humano a dejar su casa, su comodidad y su amor y marcharse a hablar de él a una aldehuela del corazón de África.

Pero Jesús no, Jesús exige respuestas absolutas. Él asegura que, creyendo en él, el hombre salva su vida e, ignorándole, la pierde. Este hombre se presenta como el camino, la verdad y la vida (Juan 14, 6). Por tanto -si esto es verdad- nuestro camino, nuestra vida, cambian según sea nuestra respuesta a la pregunta sobre su persona. ¿Y cómo responder sin conocerle, sin haberse acercado a su historia, sin contemplar los entresijos de su alma, sin haber leído y releído sus palabras?»

Tomado de José Martín Descalzo «Vida y misterio de Jesús de Nazaret».

CANTO

Jesus adrian romero «Solo tu»

laly yañez jesus maestro

QUIÉN DICES QUE SOY YO. MAITE LOSADA

¿QUIÉN DECIS QUE SOY YO? Salomé Arricibita

Un Corazón feat. Marco Barrientos – Salmo 23

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