E Algo + no Domingo XIV do Tempo Ordinario – Ciclo A

CITA

Santo Cura de Ars La humildad es en las virtudes lo que la cadena en los rosarios: quitad la cadena, y todos los granos caen; quitad la humildad, y todas las virtudes desaparecen.

San Josemaría, Hay que ser sembradores de paz y de alegría.

Madre Teresa, “Cuánto más sobrecargadas estemos de trabajo, tanto más tiempo hemos de dedicar, antes de comenzar el día, a la oración con el Señor”

Pablo VI dijo en la clausura del Concilio Vaticano II: «La religión del Dios que se ha hecho hombre se ha encontrado con la religión –porque así es– del hombre que se hace dios.

«Este endiosamiento del hombre moderno representa una de las crisis más graves de la humanidad actual. De ahí el ateísmo; de ahí el temporalismo absoluto; de ahí la fobia a las llamadas virtudes pasivas tan queridas en el Evangelio; de ahí la repulsa obsesiva contra la moral y la ascética evangélica. Hemos de seguir a nuestro Rey que viene a nosotros justo y victorioso, modesto y cabalgando en un asno».

Benedicto XVI ¿En qué consiste este «yugo», que en lugar de pesar aligera, y en lugar de aplastar alivia? El «yugo» de Cristo es la ley del amor, es su mandamiento, que ha dejado a sus discípulos (cf. Jn 13, 34; 15, 12). El verdadero remedio para las heridas de la humanidad —sea las materiales, como el hambre y las injusticias, sea las psicológicas y morales, causadas por un falso bienestar— es una regla de vida basada en el amor fraterno, que tiene su manantial en el amor de Dios. Por esto es necesario abandonar el camino de la arrogancia, de la violencia utilizada para ganar posiciones de poder cada vez mayor, para asegurarse el éxito a toda costa. También por respeto al medio ambiente es necesario renunciar al estilo agresivo que ha dominado en los últimos siglos y adoptar una razonable «mansedumbre». Pero sobre todo en las relaciones humanas, interpersonales, sociales, la norma del respeto y de la no violencia, es decir, la fuerza de la verdad contra todo abuso, es la que puede asegurar un futuro digno del hombre. Ángelus(03-07-2011)

SS. Francisco Ante todo esto, la primera palabra de Jesús es una invitación a moverse y reaccionar: «venid». El error, cuando las cosas van mal, es permanecer donde se está, tumbado ahí. Parece evidente, pero ¡qué difícil es reaccionar y abrirse! No es fácil. En los momentos oscuros surge de manera natural estar con uno mismo, pensar en cuánto sea injusta la vida, en cuánto son ingratos los demás y qué malo es el mundo y demás. Algunas veces hemos padecido esta fea experiencia. Pero así, cerrados dentro de nosotros, vemos todo negro. Entonces incluso llega a familiarizarse con la tristeza, que se hace de casa: esa tristeza que nos postra, es una cosa fea esta tristeza. Jesús en cambio quiere sacarnos fuera de estas «arenas movedizas» y por eso dice a cada uno: «¡ven!» —«¿Quién?»— «tú, tú, tú…». La vía de salida está en la relación, en tender la mano y en levantar la mirada hacia quien nos ama de verdad. Ángelus(09-07-2017)

El «yugo» del Señor consiste en cargar con el peso de los demás con amor fraternal. Una vez recibido el alivio y el consuelo de Cristo, estamos llamados a su vez a convertirnos en descanso y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro. La mansedumbre y la humildad del corazón nos ayudan no sólo a cargar con el peso de los demás, sino también a no cargar sobre ellos nuestros puntos de vista personales, y nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia. Ángelus(06-07-2014)

José Antonio Pagola, Arturo Asensio Moruno, «La vida está llena de pequeños testigos. Son creyentes sencillos, humildes, conocidos sólo en su entorno. Personas entrañablemente buenas. Viven desde la verdad y el amor. Ellos nos ‘allanan el camino’ hacia Dios. Son lo mejor que tenemos en la Iglesia» El camino abierto por Jesús. Juan

«Esta Iglesia necesita urgentemente ‘testigos’ de Jesús, creyentes que se parezcan más a Él, cristianos que, con su manera de ser y de vivir, faciliten el camino para creer en Cristo. Necesitamos testigos que hablen de Dios como hablaba Él, que comuniquen su mensaje de compasión como lo hacía Él, que contagien confianza en el Padre como Él»

«La fe de nuestras comunidades se sostiene también hoy en la experiencia de esos testigos humildes y sencillos que, en medio de tanto desaliento y desconcierto, ponen luz, pues nos ayudan con su vida a sentir la cercanía de Jesús»

Carlos Ruiz Zafón, «Quien quiere de verdad quiere en silencio, con hechos, nunca con palabras» La sombra del viento

Mario Benedetti: «Cuando la tormenta pase te pido Dios, apenado, que nos devuelvas mejores, como nos habías soñado».

Stefan Zweig, «Comprende que sólo el dolor nos conduce a Dios, mientras la vida alegre y fácil nos ata con lazos de barro a la tierra» Momentos estelares de la humanidad

Khalil Gibran: «Del sufrimiento han surgido las almas más fuertes; los personajes más sólidos están marcados con cicatrices».

CONTO

 “¿MALA SUERTE? ¿BUENA SUERTE? ¡QUIÉN SABE!”.

«Una historia china habla de un anciano labrador, viudo y muy pobre, que vivía en una aldea, también muy necesitada.

Un cálido día de verano, un precioso caballo salvaje, joven y fuerte, descendió de los prados de las montañas a buscar comida y bebida en la aldea. Ese verano, de intenso sol y escaso de lluvias, había quemado los pastos y apenas quedaba gota en los arroyos. De modo que el caballo buscaba desesperado la comida y bebida con las que sobrevivir.

Quiso el destino que el animal fuera a parar al establo del anciano labrador, donde encontró la comida y la bebida deseadas. El hijo del anciano, al oír el ruido de los cascos del caballo en el establo, y al constatar que un magnífico ejemplar había entrado en su propiedad, decidió poner la madera en la puerta de la cuadra para impedir su salida.

La noticia corrió a toda velocidad por la aldea y los vecinos fueron a felicitar al anciano labrador y a su hijo. Era una gran suerte que ese bello y joven rocín salvaje fuera a parar a su establo. Era en verdad un animal que costaría mucho dinero si tuviera que ser comprado. Pero ahí estaba, en el establo, saciando tranquilamente su hambre y sed.

Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para felicitarle por tal regalo inesperado de la vida, el labrador les replicó: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”. Y no entendieron…

Pero sucedió que, al dia siguiente, el caballo ya saciado, al ser ágil y fuerte como pocos, logró saltar la valla de un brinco y regresó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para condolerse con él y lamentar su desgracia, éste les replicó: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”. Y volvieron a no entender…

Una semana después, el joven y fuerte caballo regresó de las montañas trayendo consigo una caballada inmensa y llevándoles, uno a uno, a ese establo donde sabía que encontraría alimento y agua para todos los suyos. Hembras jóvenes en edad de procrear, potros de todos los colores, más de cuarenta ejemplares seguían al corcel que una semana antes había saciado su sed y apetito en el establo del anciano labrador. ¡Los vecinos no lo podían creer! De repente, el anciano labrador se volvía rico de la manera más inesperada.  Su patrimonio crecía por fruto de un azar generoso con él y su familia. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su extraordinaria buena suerte. Pero éste, de nuevo les respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”. Y los vecinos, ahora sí, pensaron que el anciano no estaba bien de la cabeza. Era indudable que tener, de repente y por azar, más de cuarenta caballos en el establo de casa sin pagar un céntimo por ellos, solo podía ser buena suerte.

Pero al día siguiente, el hijo del labrador intentó domar precisamente al guía de todos los caballos salvajes, aquél que había llegado la primera vez, huído al día siguiente, y llevado de nuevo a toda su parada hacia el establo. Si le domaba, ninguna yegua ni potro escaparían del establo. Teniendo al jefe de la manada bajo control, no había riesgo de pérdida. Pero ese corcel no se andaba con chiquitas, y cuando el joven lo montó para dominarlo, el animal se encabritó y lo pateó, haciendo que cayera al suelo y recibiera tantas patadas que el resultado fue la rotura de huesos de brazos, manos, pies y piernas del muchacho. Naturalmente, todo el mundo consideró aquello como una verdadera desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”. A lo que los vecinos ya no supieron qué responder.

Y es que, unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Pero cuando vieron al hijo del labrador en tan mal estado, le dejaron tranquilo, y siguieron su camino. Los vecinos que quedaron en la aldea, padres y abuelos de decenas de jóvenes que partieron ese mismo día a la guerra, fueron a ver al anciano labrador y a su hijo, y a expresarles la enorme buena suerte que había tenido el joven al no tener que partir hacia una guerra que, con mucha probabilidad, acabaría con la vida de muchos de sus amigos. A lo que el longevo sabio respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!».

Tomado de «Ligero de equipaje», de Carlos G. Vallés

EL AGRADECIMIENTO DE LOS HUMILDES 

En una tienda de antigüedades, había una pequeña caja olvidada en lo alto de una estantería. Hasta que un día, haciendo limpieza, la caja cayó al suelo.

El dueño de la tienda no recordaba haberla visto nunca. Le quitaron toda la suciedad que tenía y pudieron ver que en la tapa estaba escrita esta frase: “La caja de los deseos”. La pusieron en el mostrador como curiosidad, para que los clientes que fueran a comprar algo, pidieran algún deseo. 

Entró un hombre a comprar una mesa antigua. Cuando iba a pagar, vio la caja, la abrió y pidió un deseo: -Quiero un coche nuevo estacionado delante de esta tienda. Pero como es natural, no se cumplió el deseo.

Otros clientes fueron entrando en la tienda y cada cual pedía un deseo: un collar de perlas, un reloj de oro,  ser los más ricos del mundo, ser lo más jóvenes, o los más famosos. Y los deseos seguían sin cumplirse.  

Hasta que un día entró un mendigo pidiendo un vaso de agua. El dueño se lo dio amablemente. Cuando terminó de beber, el mendigo se quedó mirando la caja. Le dijo al dueño si podía pedir algún deseo antes de marcharse. Y éste contestó: -Claro que sí, buen hombre. De todos los que han entrado aquí, tú eres el que más necesidad tienes. A ver si a ti te hace caso la caja.  Entonces el mendigo la abrió y dijo: – Deseo un vaso de plata para el dueño de esta tienda. Cerró la caja y se marchó. El dueño quedó muy sorprendido por aquel deseo. No era corriente desear cosas para los demás. Pero en fin, era un lindo detalle de agradecimiento por el vaso de agua ofrecido. Sin embargo, cuando abrió la caja de los deseos, vio asombrado que en su interior se encontraba un vaso de plata como nunca había visto. El deseo se había cumplido. Aquel mendigo le había dado las gracias de esa manera. Y se sintió feliz al ver que la caja cumplía los deseos de aquellos que, en su pobreza, son capaces de compartir y pensar en los demás.

Tomado de P. Diego Millán

ANÉCDOTA

         Clemente de Alejandría se fija en la repetición: sobre un asno, sobre un borrico. Y en sentido alegórico entiende la referencia al joven pollino como alusión a los hombres no sujetos al mal: No era suficiente decir sólo “pollino” (asno), sino que ha añadido “joven” (borrico), para destacar la juventud de la humanidad en Cristo, su eterna juventud en la sencillez…Y años más tarde, el papa Benedicto XVI, en la homilía que pronunció en la Misa del inicio de su Pontificado, dijo: La Iglesia está viva. Y la Iglesia es joven.

Tomado de Anécdotas y catequesis

El psicólogo C.G. Jung, en su libro, dice que todos los pacientes de una cierta edad a los que había atendido sufrían de algo que podía llamarse «ausencia de humildad» y no se curaban hasta que no lograban una actitud de respeto por una realidad mas grande que ellos, es decir, una actitud de humildad.

Tomado de P. Rainiero Cantalamessa

Un día le preguntaron a S. Ignacio: P. Ignacio¿ Que pasaria si el Papa suprimiese la Compañia de Jesus?

“Me bastaría media hora de oración y recobraría la calma de Espiritu” contestó Ignacio

Tomado de D. Juan Figueiras

CHISTE

“Una vez un burro vanidoso llegó a su casa muy contento, muy feliz, y no dejaba de sentirse orgulloso… Su mamá le preguntó: ‘Hijo, ¿por qué tan contento y altivo?’. A lo que el burro vanidoso responde: ‘Ay mamá, sabes que cargué a un tal Jesucristo, y cuando entramos a Jerusalén todos me decían: Viva, viva, salve… viva, viva… y me lanzaban flores y ponían palmas de alfombra’.

“Entonces la madre le dijo: ‘Vuelve otra vez a la ciudad, hijo, pero no cargues a nadie, promete que no cargarás a nadie más’.

“Al otro día el burro vanidoso fue, y de regreso venía llorando y muy triste, demasiado triste, y le dijo a su mamá: ‘Ay mamá, no puede ser, no puede ser’. Ella le preguntó: ‘¿Qué te pasa, hijo?’. ‘Mamá, nadie se fijó en mí, me echaron del lugar, pasé desapercibido entre las personas y hasta me echaron de la ciudad’.

“La mamá se le quedó mirando y le dijo: ‘Eso le pasó, hijo, porque usted sin Jesús… ¡es solo un burro!’.

         “Reflexión: Sin el Señor Jesús no somos nada, absolutamente nada. Amén”.

https://www.milenio.com/opinion/alejandro-cortes-gonzalez-baez/columna-alejandro-cortes-gonzalez-baez/el-burro-vanidoso

¡¡QUÉ SED TENÍA!!

Lentamente, el sol se había ido ocultando y la noche había caído por completo. Por la inmensa planicie de la India se deslizaba un tren como una descomunal serpiente quejumbrosa.

Varios hombres compartían un departamento y, como quedaban muchas horas para llegar al destino, decidieron apagar la luz y ponerse a dormir. El tren proseguía su marcha. Transcurrieron los minutos y los viajeros empezaron a conciliar el sueño. Llevaban ya un buen número de horas de viaje y estaban muy cansados. De repente, empezó a escucharse una voz que decía:

– ¡Ay, qué sed tengo! ¡Ay, qué sed tengo!

Así una y otra vez, insistente y monótonamente. Era uno de los viajeros que no cesaba de quejarse de su sed, impidiendo dormir al resto de sus compañeros. Ya resultaba tan molesta y repetitiva su queja, que uno de los viajeros se levantó, salió del departamento, fue al lavabo y le trajo un vaso de agua. El hombre sediento bebió con avidez el agua. Todos se echaron de nuevo. Otra vez se apagó la luz. Los viajeros, reconfortados, se dispusieron a dormir. Transcurrieron unos minutos. Y, de repente, la misma voz de antes comenzó a decir:

-¡Ay, qué sed tenía, pero qué sed tenía!

Tomado de A, del Mello

ORACIÓN

Santo Tomás Moro, que murió decapitado en la Torre de Londres tiene esta oración. Y cuando le ponían el cuello en el tajo pidió al verdugo que, por favor, no cortasen al tiempo la barba porque ella no tenía culpa de nada… :

Dame Señor, la salud del cuerpo

y el buen humor necesario para conservarla.

Dame un alma que no conozca el aburrimiento,

ni suspiros, ni lamentos.

No permitas que tome demasiado en serio

a esa entrometida cosa que se llama Yo.

Dame, Señor, el sentido del humor.

Dame el saber reírme de un chiste

para que sepa sacar alegría a la vida y

compartirla con los demás.

¡CANSADO ESTOY, SEÑOR!

De la vida que llevo;

porque siento que se me escapa

entre mis manos, y no la disfruto.

De muchas palabras;

porque veo que son verdades a medias

y, por lo que sea, me fío más que de las tuyas.

De mis actitudes;

porque no son reflejo del amor que te tengo

porque se quedan de la sencillez que me pides

¡CANSADO ESTOY, SEÑOR!

¡Dame vida con tu Palabra!

Para que descubra el sendero verdadero

¡Dame luz con tu mirada!

Para que no me confundan

los que pregonan el mundo a su manera

¡Dame alegría con tu Espíritu!

Y no me quede con cara larga

ante tanto suceso trágico o triste

que sacuden lo más hondo de nuestra tierra

¡CANSADO ESTOY, SEÑOR!

Haz que me sienta débil;

para que Tú seas el fuerte

Haz que sea sencillo;

para que descubra tu belleza

Haz que recupere el brillo de la fe;

para que nunca diga “¡basta!”

Gracias, Señor;

porque, siendo como soy,

acercas tu hombro a mis fuerzas

asaeteadas por las prisas y los agobios,

los vacíos y los fracasos de mi existencia

Amén.

Tomado de Javier Leoz

MEDITACIÓN

ÉL CARGÓ CON LA PEOR PARTE.

Una pequeña, con Síndrome de Down, jugando un día con una pelota se manchó las manos de tierra. Luego, al frotarse la cara, cogió una fuerte infección en los ojos.

A pesar de la medicación, no acababa de mejorar. Un día, entrando en la iglesia de su pueblo, en la provincia de Santander, al pasar frente a un gran crucifijo que hay a la izquierda, un hermano suyo le dijo: 

• Pídele a Jesús que te cure. La pequeña se arrodilló delante del Cristo. Después de un rato, se levantó. Su hermano le preguntó si había pedido a Jesús que le curase los ojos. 

• ¿Cómo se lo voy a pedir? – respondió la chiquilla. ¿No has visto como tiene Él los suyos?. Él tiene sus ojos mucho peor que los míos. 


En esta tarde, Cristo del Calvario, vine a rogarte por mi carne enferma; pero, al verte, mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza. ¿Cómo quejarme de mis pies cansados, cuando veo los tuyos destrozados?. ¿Cómo mostrarte mis manos vacías, cuando las tuyas están llenas de heridas?. ¿Cómo explicarte a ti mi soledad, cuando en la cruz alzado y sólo estás?. ¿Cómo explicarte que no tengo amor, cuando tienes rasgado el corazón?. Ahora ya no me acuerdo de nada. Huyeron de mi todas mis dolencias. El ímpetu del ruego que traía se ahoga en mi boca pedigüeña. Y sólo pido no pedirte nada. Estar aquí, junto a tu imagen muerta, ir aprendiendo que el dolor es sólo la llave santa de tu santa puerta. (Himno de vísperas, viernes de la I semana)

Tomado de Anecdonet

CANTO

Venid conmigo – Ain Karem

Venid a mí – Fraternidad Seglar en el Corazón de Cristo https://youtu.be/rJd10E6aXN8

VENID A MÍ | Unai Quirós

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