CITA
“Enchufado a Él, darás mucha Luz”
(San Son).
«Se alegre el corazón de los que buscan a Dios» (Sal 105,3)
«La alegría es el gigantesco secreto del cristiano»
(Chesterton).
“Más vale un día alegre con medio pan,
que uno triste con un faisán”.
«La alegría es don de Dios y bondad del corazón»,
«La alegría, en el alma sana se cría».
«una onza de alegría vale más que cien quintales de melancolía».
«Alegría ten, y vivirás bien»,
«Corazón alegre, sabe hacer fuego de la nieve».
“Un cristiano triste es un triste cristiano”
Refránero
«Si alguien te señala el cielo, no te quedes mirando el dedo».
Símbolo Niceno-constantinopolitano «Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos». «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero»
San Juan Crisóstomo No sería necesario recurrir tanto a la palabra, si nuestras obras diesen auténtico testimonio.
san Agustín, El Señor está más cerca de nosotros que nosotros mismos: «interior intimo meo et superior summo meo» (Confesiones, III, 6, 11).
San Bernardo Juan alumbra, y alumbra con tanta mayor claridad cuanto más arde. Y cuanto menos desea brillar tanto más verdadera es su luz.
Mas si te consume el deseo de iluminar y ser visto, preocúpate ante todo de arder, y ten por cierto que vivirás envuelto en la luz. En caso contrario pierdes el tiempo, pues brillar sin arder es pura ilusión. La luz que no nace del fuego es falsa y artificial. Y lo que no es tuyo propio no puedes retenerlo mucho tiempo. Además del bochorno que supone presumir de lo que no es tuyo. Dicen que la luna tiene luz sin tener fuego, y que la recibe prestada del sol. Por eso está siempre cambiando y muda continuamente de cara. Lo mismo ocurre entre los hombres: el necio cambia como la luna y el sabio se mantiene firme como el sol. El necio por excelencia fue aquel a quien por su esplendor perdió la sabiduría, es decir, se ofuscó con tanta luz. Sermón 3º en el Primer Domingo de Noviembre, nn. 2-3
Santa Teresa «La humildad es la verdad».
Madre Teresa de Calcuta le decía a un joven sacerdote: «¿Cree usted que yo podría vivir la caridad si no le pidiera cada día a Jesús que llene mi corazón de su amor? Sin Dios somos demasiado pobres para ayudar a los pobres». Cardenal Robert Sarah, La fuerza del silencio, 53
San Josemaría, «Servite Domino in laetitia!» –¡Serviré a Dios con alegría! Una alegría que será consecuencia de mi Fe, de mi Esperanza y de mi Amor…, que ha de durar siempre, porque, como nos asegura el Apóstol, «Dominus prope est!»… –el Señor me sigue de cerca. Caminaré con Él, por tanto, bien seguro, ya que el Señor es mi Padre…, y con su ayuda cumpliré su amable Voluntad, aunque me cueste. (Surco, 53)
Un consejo, que os he repetido machaconamente: estad alegres, siempre alegres. –Que estén tristes los que no se consideren hijos de Dios. (Surco, 54)
Vaticano II, «Todos los cristianos, donde quiera que vivan, están obligados a manifestar, con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra, el hombre nuevo de que se revistieron por el Bautismo…» (Ad gentes, n. 11).
Pablo VI, hoy no es época de maestros, sino de testigos; y se es maestro porque se es testigo.
San Juan Pablo II Adviento no es sólo espera. Es anunciación de la Venida. Juan dice: «El que debe venir ya ha venido». Homilía(13-12-1981).
Benedicto XVI, «Gaudete», domingo de la alegría, que nos dice: «incluso en medio de tantas dudas y dificultades, la alegría existe porque Dios existe y está con nosotros»… Homilía(11-12-2011)
La verdadera alegría no es un simple estado de ánimo pasajero, ni algo que se logra con el propio esfuerzo, sino que es un don, nace del encuentro con la persona viva de Jesús, de hacerle espacio en nosotros, de acoger al Espíritu Santo que guía nuestra vida. Ibid.
S.S. Francisco, El cristiano, cuando es auténtico cristiano, nunca pierde la paz, incluso en los sufrimientos. Esa paz es un don del Señor. La alegría cristiana es un don del Señor. Homilía(14-12-2014).
Para tener esta alegría cristiana, primero, rezar; segundo, dar gracias. Ibid.
Tener fe no significa no tener momentos difíciles sino tener la fuerza de afrontarlos sabiendo que no estamos solos. Y esta es la paz que Dios dona a sus hijos. Ángelus(14-12-2014)
¿Qué es lo que la Iglesia necesita hoy? Testigos, mártires, es decir, santos de todos los días, los de la vida ordinaria llevada adelante con la coherencia, pero también de quienes tienen el valor de ser testigos hasta el final, hasta la muerte. Todos son la sangre viva de la Iglesia. Son ellos los que llevan la Iglesia hacia adelante, los testigos; los que prueban que Jesús ha resucitado, y dan testimonio con la coherencia de vida y con el Espíritu Santo que han recibido como don. (Homilía de S.S. Francisco, 7 de abril de 2016).
J. A. Pagola «Testigo de la luz», capaz de despertar la fe de todos. Una persona que puede contagiar luz y vida. ¿Qué es ser testigo de la luz? El testigo es como Juan. No se da importancia. No busca ser original ni llamar la atención. No trata de impactar a nadie. Sencillamente vive su vida de manera convencida. Se le ve que Dios ilumina su vida. Lo irradia en su manera de vivir y de creer.
Diccionario Teológico del Nuevo Testamento I, “la alegría de la condición cristiana sólo se puede poseer en paradójica alternancia con la tristeza, la tribulación y la inquietud que es justamente cuando muestra toda su fuerza” (p.80).
Sobrado, Los que son testigos de la LUZ no son personas de muchas palabras, pero son voces que en el silencio contagian la presencia del Santo. No enseñan doctrinas religiosas, pero interrogan con su vida y despiertan a la fe. 2020.
La alegría espiritual o la libertad interior provienen de un amor tan intenso que no sólo es capaz de soportar, sino de amar y abrazar alegremente la propia negatividad. El que haya interiorizado semejante práctica del amor conocerá la verdadera libertad, pues nada podrá amenazarlo: si se ve elevado al cielo, no modifica su actitud transformándola en vanagloria; si se ve arrojado al fondo de los infiernos, tampoco transforma su actitud en amargura. Conoce la verdadera alegría aquel que se posee totalmente a sí mismo, y por eso se encuentra en una tesitura en la que no le pueden afectar ni el bien ni el mal. 2015.
F. Linciome “Dios no quiere que su Iglesia sea una nevera para preservar una piedad caduca. Dios quiere que sea una incubadora para dar a luz a convertidos”.
Rumi “Mostraos tal como sois y sed tal como os mostráis”
Enrique Martínez Lozano Solo puede ser testigo de la luz quien vive en la luz.
ALEGRÍA
«A veces estos cristianos melancólicos tienen más cara de pepinillos en vinagre que de personas alegres que tienen una vida bella». SS Francisco (10/5/13)
Al Señor le agrada que le sirvan con gusto, porque haciéndolo con alegría y de corazón, se ama más a Dios. San Juan Bosco
Alegría y amor son las alas de las grandes empresas. Johann Wolfang von Goethe
Amigos míos, pedid a Dios la alegría. Sed alegres como los niños, como las aves del cielo. Fedor Dostoievski
Dichoso quien no tiene más gozo y alegría que las palabras y obras del Señor. San Francisco de Asís
Dios favorece al hombre alegre. San Juan Bosco
Dios es alegría, si te entregas a Dios te entregas a la alegría. Michel Quoist
“El cristiano es un hombre o una mujer alegre. Esto nos enseña Jesús, nos enseña la Iglesia, en este tiempo de forma especial». SS Francisco (10/5/13)
El cristiano es un testigo de la verdadera alegría, la que da Jesús. SS Francisco (10/5/13)
El demonio no puede resistir a la gente alegre. San Juan Bosco
El único momento en que me entran dudas, en que comienzo a sospechar que quizá lo que cuentan en la Iglesia no son patrañas y que Dios puede existir, es cuando os veo contentos. Alesandro Pronzato
Cada vez que das, muestra una cara alegre, siéntete feliz de presentar tus diezmos. Libro de Eclesiástico
Caras largas…, modales bruscos…, facha ridícula…, aire antipático: ¿Así esperas animar a los demás a seguir a Cristo?. San Josemaría Escrivá de Balaguer
Conviene reír sin esperar a ser dichoso, no vaya ser que la muerte nos sorprenda sin haber reído. Jean de La Bruyére
Convierte la alegría en fiel compañera de tu vida. Autor desconocido
Cuando estuvieres alegre, no sea con risas demasiadas, sino con alegría humilde, modesta, afable y edificativa. Santa Teresa de Jesús
De cuantos bienes Dios nos envía, el más estimable es la alegría. Royo Marín
El amor produce en el hombre la perfecta alegría. En efecto, sólo disfruta de veras el que vive en caridad. Santo Tomás
El que no encuentra la alegría dentro de su casa, ¿dónde la irá a buscar? Autor desconocido
Entre las desventuras, ninguna hay mayor que la falta de alegría. Francisco Quevedo y Villegas.
Es imposible pretender cosas extraordinarias de la juventud, ya es bastante lograr simplemente que sean buenos y que estén siempre alegres. San Juan Bosco
Estando siempre alegres, ni cuenta nos daremos qué pronto pasa el tiempo. San Juan Bosco
Estén siempre alegres en el Señor, se los repito: estén alegres. El Señor está cerca. Flp 4, 4-5
Hazles comprender que no tienen en el mundo otro deber que la alegría. Paul Claudel
La alegría, cuanto más se gasta más queda. Ralph Waldo Emerson
La alegría de ser cristiano es verdaderamente capaz de colmar el corazón humano. Paulo VI
La alegría de un hipócrita sólo dura un momento. Job
La alegría de vivir es el más grande poder cósmico. Teilhard de Chardin
La alegría del alma forma los bellos días de la vida, en cualquier época que sea. Sócrates
La alegría del Señor es nuestra fuerza. Todos nosotros, si tenemos a Jesús dentro nuestro, debemos llevar la alegría como novedad al mundo. Beata Madre Teresa de Calcuta
«La alegría es algo más, es otra cosa. Es algo que no viene de motivos coyunturales, del momento: es algo más profundo. Es un don». SS Francisco (10/5/13)
«la alegría es el segurísimo remedio contra las mil insidias del demonio». San Francisco de Asís
La alegría es oración, la señal de nuestra generosidad, de nuestro desprendimiento y de nuestra unión interior con Dios. Madre Teresa de Calcuta
La alegría es parte integrante de la fiesta. La fiesta se puede organizar; la alegría no. SS. Benedicto XVI
La alegría es piedra filosofal que todo lo convierte en oro. Benjamin Franklin
La alegría es una gracia que debemos pedir al Señor en estos días de modo especial, porque la Iglesia se invita y nos invita a pedir la alegría y también el deseo». SS Francisco (10/5/13)
La alegría está en la lucha, en el esfuerzo, en el sufrimiento que supone la lucha, y no en la victoria misma. Mohandas Karamchand Gandhi
La alegría que debes tener no es esa que podríamos llamar fisiológica, de animal sano, sino otra sobrenatural, que procede de abandonar todo y abandonarte en los brazos amorosos de nuestro Padre-Dios. San Josemaría Escrivá de Balaguer
La alegría no está en las cosas se halla en nosotros. Richard Wagner
La alegría no nos hace olvidar los sufrimientos que vemos en el mundo. Al contrario, ella nos da el coraje de hacer frente a situaciones difíciles. Hermano Alois, Taize
La felicidad y la alegría dependen de estar en armonía consigo mismo, con los demás, con el mundo y con Dios. Martín Descalzo
«La sencillez es la puerta de la alegría» Autor desconocido
Las personas más desdichadas que he conocido no son las más enfermas, ni las más pobres, ni las más ignorantes, sino las que no sienten amor a Dios, y las que no tienen alegría. Madre Teresa de Calcuta
Las alegrías más auténticas vienen del cielo. R. Pinhas
Las alegrías más excelsas, variadas y duraderas son las espirituales. Arthur Schopenhauer
La alegría espiritual es el principal remo en esta navegación nuestra. San Pedro de Alcantara
Las fiestas se han hecho para promover la alegría espiritual, y esa alegría la produce la oración; por lo cual en día festivo se han de multiplicar las plegarias. Santo Tomas
«Los alegres curan» François Rabelais
Los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si siempre estuvieran celebrando la Pascua. San Atanasio, Carta 14
Los seguidores de Cristo viven contentos y alegres y se glorían de su pobreza más que los reyes de su diadema. San Juan Crisostomo
¡Mi mayor satisfacción es verte alegre!. San Juan Bosco
Muéstrate siempre alegre, pero que tu sonrisa sea sincera. San Juan Bosco
No cambiaría la risa de mi corazón por la fortuna de las multitudes, tampoco me conformaría con cambiar mis lágrimas por quietud. Tengo la ferviente esperanza de que toda mi vida en esta tierra sea siempre lágrimas y risas. Khalil Gibran
¿No hay alegría? Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. Casi siempre acertarás. Beato Escrivá de Balaguer
Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, JesúsSS Francisco. (24 de marzo 2013)
Para nosotros la base de toda santidad consiste en estar siempre alegres. San Juan Bosco.
Perdemos la alegría verdadera por el deleite de las cosas temporales. San Gregorio Magno
¿Queréis estar siempre satisfechos y risueños?. Es la obediencia la que nos lleva a esa alegría. San Juan Bosco
Quizá no podamos dar mucho, pero siempre podemos dar alegría que brota de un corazón enamorado de Dios. Madre Teresa de Calcuta
Ser capaz de encontrar alegría en la alegría de otro, ese es el secreto de la felicidad. Georges Bernanos
“Si cortas de raíz cualquier asomo de envidia, y si te gozas sinceramente con los éxitos de los demás, no perderás la alegría”. (Surco, n. 93). San Josemaría Escriva de Balaguer
Si estás triste no podrás ascender un montecillo; pero si estás alegre, serás capaz de escalar la montaña más alta. Proverbio oriental
Si quieres una vida alegre y tranquila, procura estar siempre en gracia de Dios. San Juan Bosco
Siempre estarás gozoso y contento, si en todos los momentos diriges a Dios tu vida, y si la esperanza del premio suaviza y alivia las penalidades de este mundo. San Basilio
Siempre florece la alegría en el alma unida a Dios. San Juan María Vianney (El Cura de Ars)
Sin lucha, no se logra la victoria; sin victoria, no se alcanza la paz. Sin paz, la alegría humana será sólo una alegría aparente […] Josemaría Escrivá de Balaguer Es Cristo que pasa, 82.
“Tienes derecho a llorar, pero, aún entre lágrimas, no tienes derecho a renunciar a la alegría” Michael Quoist
Un consejo, que os he repetido machaconamente: estad alegres, siempre alegres. Que estén tristes los que no se consideren hijos de Dios. San Josemaría Escrivá de Balaguer
Un joven sin alegría y sin esperanza no es un joven auténtico, sino un hombre envejecido antes de tiempo. Juan Pablo II
Un hombre alegre es siempre amable. Máximo Gorky
Un santo triste es un triste santo. San Francisco de Sales
Una persona alegre obra el bien, gusta de las cosas buenas y agrada a Dios. En cambio, el triste siempre obra el mal. Pastor de Hermas , Mand. 10, 1
Vivid en santa alegría. Padre Pío
Vuestras plegarias y alabanzas para que sean agradables a Dios, hacedlo no solamente con recogimiento de espíritu, sino con gozo y alegría de corazón. San Juan Bosco
CONTO
UN PREMIO MAYOR QUE UN MILLÓN DE DÓLARES
Cuando un periodista norteamericano la vio atendiendo a un enfermo con heridas hediondas, le dijo que él no haría eso ni por un millón de dólares. «Por un millón de dólares tampoco lo haría yo», respondió Madre Teresa.
Tomado de Catholic.net
EL CUENTO DE GUNO: AÚN CIEGOS PODER SER LUZ
En la catequesis se suele contar a los chavales este cuento: “Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice: ¿Qué haces, Guno, tú, ciego, con una lámpara en la mano? ¡Si tú no ves! Entonces, el ciego le responde: Yo no llevo la lámpara para ver mi camino, pues yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí. No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella”. 22
Tomado de DEC Madrid
AMOR EN LA LATITA DE LECHE
Dos hermanitos vestidos de forma harapienta, provenientes del arrabal, uno de cinco años y el otro de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas de la calle que rodea la colina. Estaban hambrientos y cuando mendigaban por las casas, escuchaban frases detrás de la puerta como «vaya a trabajar y no molesten», o «aquí no hay nada, pordiosero…» Las múltiples tentativas frustradas entristecían a los niños…
Por fin, una señora muy atenta les dijo: «Voy a ver si tengo algo para ustedes…¡Pobrecitos!».
Y volvió con una latita de leche.
¡Qué fiesta! Ambos se sentaron en la acera. El más pequeño le dijo al de diez años: «tú eres el mayor, toma primero…y lo miraba con sus dientes blancos, con la boca medio abierta, relamiéndose».
Yo contemplaba la escena como tonto… ¡Si vieran al mayor mirando de reojo al pequeñito…!
Se lleva la lata a la boca y simulando que bebía, apretaba los labios fuertemente para que no le entrase ni una sola gota de leche.
Después, extendiéndole la lata, decia al hermano: «Ahora es tu turno. Solo un poquito.»
Y el hermanito, dando un trago exclamaba: «¡Está sabrosa!»
«Ahora yo», dice el mayor. Y llevándose a la boca la latita, ya medio vacía, no bebia nada.
«Ahora tú», «Ahora yo», «Ahora tú», «Ahora yo»…
Y, después de tres, cuatro, cinco o seis tragos, el menor, de cabello ondulado, barrigudito, con la camisa afuera, se acababa toda la leche… él solito.
Esos «ahora tú», «ahora yo» me llenaron los ojos de lágrimas… Y entonces, sucedió algo que me pareció extraordinario.
El mayor comenzó a cantar, a danzar, a jugar fútbol con la lata vacía de leche. Estaba radiante, con el estómago vacío, pero con el corazón rebosante de alegría.
Brincaba con la naturalidad de quien no hace nada extraordinario, o aún mejor, con la naturalidad de quien está habituado a hacer cosas extraordinarias sin darles la mayor importancia.
De aquél muchacho podemos aprender una gran lección: «Quien da es más feliz que quien recibe.»
Tomado de Alejandro Illescas, Los cuentos de mis homilías
ANÉCDOTA
Julien Green, cuando estaba preparando su conversión al catolicismo, se ponía a las puertas de las iglesias para ver las caras de los que salían. Esperaba que al acabar la Misa saliesen rebosantes de alegría. Se llevó una desilusión: salían con las mismas caras que entraban.
Tomado de D. Juan Figueiras
FUERA DEL CRISTIANISMO NO HAY ALEGRÍA.
Verdad vieja. Tan vieja como las cartas de S. Ignacio de Antioquía, que -incluso cuando ya se sabía trigo de Cristo próximo a ser molido en los dientes de las fieras- se dirigía a sus fieles deseándoles «muchísima alegría».
Tomado de Mercaba
DESATAR LA CORREA DE SU SANDALIA
Era costumbre entre los antiguos, que si alguien se negaba a casarse con una chica con la que estaba prometido, esta desataba la sandalia de aquel que se volvía atrás. Pero Cristo ¿no se mostró como el Esposo de la santa Iglesia?… Pero debido a que los hombres pensaban que Juan era el Mesías – cosa que el mismo Juan negaba – se declara indigno de desatar la correa de su sandalia. Es como si dijera… «No me adjudico incorrectamente el nombre del esposo» (cf. Jn 3,29).
Tomado de Gregorio Magno Homilía 7
Juan fue el último representante de la justicia de la Ley. Pero no era el Mesías, ni siquiera se consideraba digno «de desatarle la corren de la sandalia», rito que hace alusión a la ley del levirato (del latín «levir»: cuñado), según la cual cuando uno moría sin hijos, un pariente debía casarse con la viuda para dar descendencia al difunto. Si el que tenía el derecho y la obligación de hacerlo no lo cumplía, otro podía ocupar su puesto. La ceremonia para declarar la pérdida del derecho consistía en desatar la corren de la sandalia (Dt 25,5-10).
Tomado de Mercaba
VIVIR CON ESPERANZA
El rabino Hugo Grynn fue llevado a Auschwitz con su familia cuando era un niño. Una noche fría de invierno el padre de Hugo Reunión a la familia en un barracón. Era la primera noche de la fiesta de Hanukkah, fiesta judía de las luces. Hugo contemplaba con horror cómo su padre cogió la última libra de manteca y la convertía con una tira de sus harapos en una vela.
Papá, no, gritaba el niño. Esa manteca es el último alimento que nos queda. ¿Cómo vamos a vivir?
El padre cogió una cerilla y subió la vela y le dijo a su hijo: Hijo mío, podemos vivir muchos días sin comida. No podemos vivir un minuto sin esperanza. Esta luz representa la esperanza. Nunca dejes que se apague ni aquí ni en ninguna parte.
Tomado de P, Félix Jiménez
¿QUÉ ES ESO DE «EL MESÍAS»?
En Adviento hablamos mucho de «el Mesías». Pero ¿qué significado tenía este término en el antiguo pueblo de Israel? ¿Qué tipo de Mesías quiso ser Jesús de Nazaret? La palabra «Mesías» se deriva de un verbo hebreo que significa ungir, untar con aceite. Fue traducida al griego con la palabra «Cristo» (de la misma raíz que «crisma»: aceite perfumado para la unción). En el antiguo Israel, se ungía a los reyes y a los sumos sacerdotes, al altar y también a los profetas. El sentido de esta unción era indicar que la fuerza de Dios desciende y llena a la persona elegida y separada para cumplir la misión a la que Dios le envía.
Origen del concepto
La idea del Mesías se hallaba muy difundida. En Palestina estaba ligada a la esperanza que tenía el pueblo de Israel de que llegara «Alguien» providencial que le sacara de sus situaciones negativas, que expansionara las fronteras del pueblo y derrotara a los enemigos».
El Mesías intervendrá con fuerza excepcional y provocará un cambio radical. Por este hecho se trata de un personaje sagrado. Sus resultados son posiƟ vos: pone
en movimiento, suscita de nuevo las esperanzas e impide la opresión social y política. Durante el siglo primero en Palestina surgieron muchos profetas en línea mesiánica. La mayoría de ellos se pusieron al frente del pueblo y lucharon contra la dominación romana. Unos pusieron el acento en la defensa a ultranza de la Ley judía. Otros fueron jefes guerrilleros que lucharon contra el poder romano.
Lo que añaden los evangelios
El Nuevo Testamento modifica este aspecto poderoso del Mesías e introduce dos elementos nuevos que servirán para reconocer a Jesús de Nazaret como Mesías:
a) Se anuncia que será «hijo de hombre» (Dn 7,13-14). El Mesías esperado no será alguien ajeno a la raza humana, sino alguien nacido en el seno del pueblo. Será elegido por Dios, como había ocurrido con el «ungido» más importante, con el rey David.
b) Se habla de un «Siervo de Yahvé» (Is 53,1-12) El Mesías será un hombre justo. Se entregará por amor a sus hermanos y cargará con el peso de sus pecados y miserias. Rompe la lógica oprimido/opresor mediante la introducción de la lógica del amor entregado.
Jesús de Nazaret, el Mesías
A Jesús se le aplican todos los títulos propios del Mesías, sobre todo el de «hijo de Dios». Jesús se niega a que vean en su persona un Mesías guerrillero, un integrista religioso defensor de la Ley judía o un Mesías lleno de poder.
Jesús prefiere el título de «hijo del hombre», que remite directamente a la presencia misericordiosa de Dios en su pueblo. Quiere ser, sobre todo, el «Siervo de Yahvé», elegido por Dios para entregar su vida en redención por el pueblo. Jesús fue tomando progresivamente conciencia de ser el Mesías, pero un Mesías humilde y sencillo, en contra de lo que pensaban los grupos radicales del judaísmo.
Tomado de Tiempo Interiror
TESTIMONIO VERDADERO.
Una vez Mahatma Gandhi, el gran luchador por la justicia y la paz en la India, estaba caminando a lo largo de la orilla de un río con su amigo francés. Este le preguntaba por qué no se había hecho cristiano, ya que conocía tan bien el evangelio y lo citaba continuamente. «Toma una piedra del río. ¿Cómo la ves?» Contestó el amigo: «Bueno, la veo mojada». «Tómala y estréllala para que se rompa en pedazos», le dijo Gandhi. Su amigo lo hizo así. Gandhi le preguntó: ¿Cómo la ves por dentro? ¿Mojada?» «No -contestó el amigo- por dentro está seca». «Así son ustedes los cristianos, -dijo Gandhi- por 2 000 años les ha bañado el río de la gracia de Dios y han celebrado tantas veces Navidad, pero por dentro están secos y no sienten nada. Es por eso que no me hago cristiano.
JUAN BAUTISTA
Según el testimonio de Jesús, Juan es más que un profeta (Le 7,26 p). Mensajero que precede al Señor (Lc 1,76: Mt 11,10 p; cf. Mal 3,1), Juan inaugura el Evangelio (Act 1,22; Mc 1,1-4); «hasta él había la ley y los profetas; desde entonces se anuncia el reino de Dios» (Lc 16,16 p). Profeta sin igual, prepara las vías del Señor (Mt 11,11; Mc 1,3 p), cuyo «precursor» (Act 13,24s) y testigo (Jn 1,6s) es.
- El Precursor y su bautismo.
Juan, aún antes de nacer de una madre hasta entonces estéril, es consagrado a Dios y lleno del Espíritu Santo (Lc 1,7.15; cf. Jue 13,2-5; ISa 1,5.11). El que debe ser un nuevo Elías (Lc 1,16s) evoca al gran profeta por su vestido y su vida austera (Mt 3,4 p) que lleva en el desierto desde su juventud (Le 1,80). ¿Habría sido formado por una comunidad como la de Qumrán? En todo caso, una vez llegado el tiempo de su manifestación a Israel, cuidadosamente registrado por Lucas (3,1s), aparece como un maestro rodeado de discípulos (Jn 1,35), enseñándoles a ayunar y a orar (Mc 2,18; Lc 5,33; 11,1). Su voz potente resuena en Judea; predica una *conversión, cuyo signo es un baño ritual acompañado de la confesión de los pecados, pero que exige además un esfuerzo de renovación (Mc 1,4s); porque de nada sirve ser hijo de Abraham, si no se practica la *justicia (Mt 3,8s p), cuyas reglas da a la multitud de los humildes (Le 3,10-14).
Pero los fariseos y los legistas no creen en él; algunos lo tratan de poseso (Mt 21,32; Mc 11,30ss p; Lc 7,30-33); así, cuando acudieron a él les anunció que la *ira consumiría todo árbol estéril (Mt 3,10 p). Denuncia el adulterio del rey Herodes acarreándose así la prisión y luego la muerte (Mt 14,3-12 p; Lc 3,19s; 9,9). Por su *celo es sin duda Juan el nuevo Elías que se espera y que debe preparar al pueblo para la venida del Mesías (Mt 11,14); pero es desconocido, y su testimonio no impedirá la pasión del Hijo del hombre (Mc 9,11 p).
- El testigo de la luz y el amigo del esposo.
El *testimonio de Juan consiste, en primer lugar, en proclamarse mero precursor; en efecto, la multitud se pregunta si no será el *Mesías (Lc 3,15). A una encuesta oficial responde el Bautista que no es digno de desatar las sandalias de aquel al que él precede y «que era antes que él» (Jn 1,19-30; Lc 3,16s p). El «que viene» y que bautizará en el Espíritu (Mc 1,8) y en el fuego (Mt 3,11s), es Jesús, sobre el que descendió el Espíritu en el momento de su bautismo (Jn 1,31-34).
Al proclamarlo *cordero de Dios que quita el *pecado del mundo (Jn 1,29), no preveía Juan cómo lo quitaría, como tampoco comprendía por qué había venido Cristo a ser bautizado por él (Mt 3,13ss). Para quitar el pecado debería Jesús recibir un *bautismo, del que el de Juan sólo era *figura: el bautismo de su pasión (Mc 10,38; Le 12,50); así realizaría toda justicia (Mt 3,15), no ya exterminando a los pecadores, sino *justificando a la multitud, con cuyos pecados se habría cargado (cf. Is 53,7 p). Ya antes de la pasión, el comportamiento de Jesús sorprende a Juan y a sus discípulos, que aguardan a un juez; Cristo les recuerda las profecías de salvación que él realiza y los invita a no *escandalizarse (Mt 11,2-6 p; cf. Is 61,1).
Pero ciertos discípulos de Juan no serán discípulos de Jesús; se hallan en los evangelios vestigios de la polémica entre su secta y la Iglesia naciente (p.c., Mc 2,18); ésta, para mostrar la superioridad de Cristo, no tenía más que invocar el testimonio del mismo Juan (Jn 1,15). Juan, verdadero amigo del esposo y colmado de gozo por su venida, se había esfumado delante de él (3,27-30) y con sus palabras había invitado a sus propios discípulos a seguirle (1,35ss). Jesús, en cambio, había glorificado su testimonio, *lámpara ardiente y luminosa (5,35), el profeta más grande nacido de mujer (Mt 11,11); pero había añadido que el más pequeño en el *reino de los cielos es más grande que él; situaba la gracia de los hijos del reino por encima del carisma profético, sin por eso despreciar la santidad de Juan.
La gloria de este humilde amigo del esposo se proclama en el prólogo del cuarto evangelio, que sitúa a Juan con referencia al Verbo hecho carne: «Juan no era la *luz, sino el testigo de la luz»; y con referencia a la Iglesia: «Vino para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él» (Jn 1,7s).
LEON – DUFOUR, X., Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001
LOS COLORES DEL ADVIENTO
«Cruzar en verde», «quedarse blanco», «ponerse rojo/negro/morado», «darte un amarillo», «tener sangre azul»… En nuestro día a día usamos muchas expresiones que hacen referencia a los colores. Con ellas, nuestro interlocutor entiende rápida y visualmente lo que con otras palabras sería más largo de explicar.
En la liturgia ocurre lo mismo: todos sus elementos pretenden expresar algo que va más allá de lo que vemos, pero que necesita de lo material para expresarse. Y los colores tienen una importancia crucial, porque dependiendo de cuál se use, la Iglesia quiere transmitir un mensaje u otro.
En ese sentido, los tiempos del Adviento y Navidad son los únicos en los que usamos casi todos los colores litúrgicos:
El color habitual es el morado, común a los funerales, a la confesión y al tiempo de Cuaresma, por lo que lo solemos asociar a la penitencia. Pero el Adviento no es un tiempo para hacer penitencia, sino para prepararse, que es el verdadero significado del morado litúrgico: cada vez que se usa ese color, se nos recuerda que nos estamos preparando para algo (la venida en Adviento, la Pascua en Cuaresma, la vida eterna en los funerales).
El «morado Adviento» se interrumpe dos veces: el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, se permite que en España y en Latinoamérica se use el azul, color asociado a la Virgen y cuyos orígenes están en la defensa que España hizo de este dogma mucho antes de que se declarase oficialmente. Además, el tercer domingo de Adviento, llamado Gaudete, se puede utilizar el rosa, una especie de «alivio» del morado, para recordarnos la alegría propia de ese día.
Finalmente, en Navidad, es decir, desde la noche del 24 de diciembre hasta el domingo después de la Epifanía, comenzamos con el blanco, reservado para las fiestas importantes relacionadas con Cristo o los santos. Sin embargo, el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, el color que se usa es el rojo, recordando el martirio de estos niños.
Rodrigo Sanz Ocaña, sj
EL DOMINGO DE GAUDETE
El tercer domingo de Adviento es llamado “domingo de gaudete”, o de la alegría, por la primera palabra del introito de la Misa en latín: Gaudete, es decir, regocíjense
El introito, actualmente más conocido como Antífona de entrada toman su texto de algún concepto principal y característico del día que se está celebrando, y no necesariamente es una cita literal de la Escritura.
La Antífona de entrada marca el carácter festivo de esta celebración:
Estén siempre alegres en el Señor, les repito, estén alegres. El Señor está cerca. (Cfr. Flp 4, 4.5)
Origen y significado del Adviento
A finales del siglo IV, el tiempo de Adviento tuvo un origen ascético, penitencial; hasta el extremo de ser considerado en España y las Galias como una semicuaresma. Comenzaba el día después de la fiesta de San Martín (12 de noviembre), y terminaba el día anterior a la Navidad de aquí que a menudo se le llamara la «Cuaresma de San Martín».
La Liturgia Romana, que introdujo el Adviento en la segunda mitad del s. VI, adoptó una posición muy distinta, pues lo concibió como un tiempo de gozo y esperanza ante la venida del Señor. Esta característica se conservó incluso cuando, más tarde, se introdujeron elementos penitenciales.
La duración varió según los lugares: 6 a 5 semanas (España, Galias, Milán), 2 semanas (Bizancio), 4 semanas (rito siro-oriental). En Roma fueron 6 semanas al principio, y más tarde 4. San Gregorio Magno organizó definitivamente el adviento romano en cuatro semanas.
Durante algún tiempo, Adviento fue objeto de una doble interpretación: días que preparan a la manifestación histórica de Cristo (primera venida) o etapa que resalta la expectación de la última venida del Señor al fin de los tiempos (segunda venida). En Occidente se impuso la idea de que es un tiempo de expectación ante la Navidad («nuevo» nacimiento de Cristo en el misterio litúrgico), mediante la asimilación de los sentimientos que tenía el pueblo elegido mientras esperó al Mesías, y la actualización de los sentimientos cristianos de anhelo del retorno del Señor; es decir, una síntesis armónica de expectación ante la venida histórica y escatológica de Cristo.
Según el Calendario Romano actual, «el tiempo de Adviento tiene una doble característica: es el tiempo de preparación a las solemnidades de la Navidad— en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres— y, a la vez, el tiempo en el cual, mediante este recuerdo, las mentes se dirigen a las expectativas de la segunda venida de Cristo al final de los siglos. Por este doble motivo Adviento se presenta como tiempo de la gozosa y devota expectativa» (n. 39). «Adviento comienza con las primeras vísperas del domingo más próximo al 30 de noviembre y termina antes de las primeras vísperas del día de Navidad. Los domingos se llaman I, II, III, y IV de Adviento. Las ferias comprendidas entre el 17 y 24 de diciembre inclusive se ordenan de un modo más directo a preparar la Navidad» (CR, nn. 40-42).
DOMINGOS DE “GAUDETE” Y “LAETARE”
Hay dos domingos en la Iglesia permite usar el color rosa en la vestiduras litúrgicas y estos son el cuarto domingo de Cuaresma (laetare) y el que nos ocupa en este artículo, el tercer domingo de Adviento (gaudete) porque en medio de la “espera”, se recuerda que ya está próxima la alegría de la Pascua o de la Navidad, respectivamente. En la corona de Adviento también se suele encender una vela rosada.
Al organizarse el Adviento en cuatro domingos, en el domingo de gaudete, al igual que en el domingo de laetare, se permitía usar el órgano y las flores, prohibidos durante el resto de la estación; se permitía el uso de vestimentas color rosa en lugar del púrpura (o negro como sucedía anteriormente); el diácono y el subdiácono reasumieron el uso de la dalmática y de la túnica en la Misa principal, y los cardenales usaban color rosa en lugar del púrpura. Todas estas marcas características han continuado usándose y son la disciplina actual de la Iglesia Latina.
Significado del Domingo de Gaudete
El domingo de gaudete, hace un alto, como el domingo de laetare, a medio camino a través de una temporada que de otra manera es de carácter penitencial, y significa la cercanía de la venida del Señor. Tanto en el Oficio como en la Misa a través del Adviento, se hace referencia continua a la segunda venida de nuestro Señor, y esto se enfatiza en el tercer domingo por medio de la adición de signos de felicidad permitidos para ese día.
Las lecturas de la celebración eucarística enfatizan la alegría de la espera y nos incitan a regocijarnos y nos urge a prepararnos para encontrarnos con el Salvador, mientras que el Evangelio de San Juan Bautista nos advierte que el Cordero de Dios está incluso ahora entre nosotros, aunque parezca que no le conocemos.
El espíritu del Oficio y de la liturgia a través de todo el Adviento es uno de espera y preparación para la Navidad así como para la segunda venida de Cristo, y los ejercicios penitenciales, que han sido adecuados para ese espíritu, son suspendidos en el domingo de gaudete para simbolizar la alegría y el regocijo por la redención prometida, que nunca deben estar ausentes del corazón de los fieles.
Tomado de La liturgia
CHISTE
TESTIMONIO
Cuando las matrículas de los coches del Vaticano llevaban las letras SCV (Stato Cittá del Vaticano), los romanos las traducían con guasa como “Si Cristo lo Viera”
Tomado de Ángel Calvo Cortés, En otras palabras
En los años cuarenta, cuando Juan XXIII era aún arzobispo y nuncio papal (embajador) en París, asistió a una cena muy elegante en la que le sentaron frente a una señora con un vestido de amplio escote.
Alguien se volvió hacia él y le dijo: «Exelencia, ¡qué escándalo! ¿No le resulta incómodo el que todo el mundo esté mirando a esa mujer?».
Y él respondió: «No, en absoluto; todo el mundo está mirándome a mí para ver si yo estoy mirándola».
Tomado de James Martin
«Si alguien te señala el cielo, no te quedes mirando el dedo».
POEMA
“Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.
Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida -no tú ni yo- la vida, sea para siempre.
Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang… Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.
A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho -frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias mutantes!
Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo y de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.
Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.
Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia -y se agita y crece- cuando Dios se aleja.
Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.
A mí me gusta… a mí me encanta Dios. ¡Que Dios bendiga a Dios!”
Mario Benedetti
ORACIÓN
Dios, Padre nuestro,
tú has amado tanto a los hombres
que nos has mandado a tu Hijo único Jesús,
nacido de la Virgen María,
para salvarnos y guiarnos de nuevo a ti.
Te pedimos que, con tu bendición,
estas imágenes de Jesús,
que está a punto de venir a nosotros,
sean en nuestros hogares
signo de tu presencia y de tu amor.
Padre bueno,
bendícenos también a nosotros,
a nuestros padres,
a nuestras familias y a nuestros amigos.
Abre nuestro corazón,
para que recibamos a Jesús con alegría,
para que hagamos siempre lo que él nos pide
y lo veamos en todos
los que necesitan nuestro amor.
Te lo pedimos en nombre de Jesús,
tu Hijo amado,
que viene para dar al mundo la paz.
Él vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Benedicto XVI, Ángelus(14-12-2008)
MEDITACIÓN
LA PERFECTA ALEGRÍA
En un tarde de invierno, fray Francisco volvía de Perusa a Santa María de los Ángeles, en compañía de fray León. El tiempo era crudo: la nieve cubría las faldas de la montaña. En el llano caía una lluvia tupida y helada que las ráfagas de viento arrastraban con rabiosa violencia. Los senderos estaban desiertos y barrosos.
Los dos frailes, con la capucha en la cabeza y la túnica mojada que se adhería a la piel, caminaban en silencio uno tras otro, cuidando donde colocar los pies descalzos, para no resbalar.
De improviso, como continuando su meditación interior, el Santo comenzó a decir a su compañero que lo precedía unos pasos:
-Fray León, aun si los frailes menores diesen al mundo un gran ejemplo de santidad, escribe que en esto no está la perfecta alegría.
Fray León no contesto nada. Siguió su camino, levantando de vez en cuando la mirada hacia adelante. ¡Santa María de los Ángeles aun quedaba lejos!
Después de un poco, el Santo, rompiendo de nuevo el silencio, exclamó:
-Fray León, aun si los frailes menores pudieran dar la vista a los ciegos, enderezar a los tullidos, devolver el odio a los sordos, dar el habla a los mudos, incluso resucitar a los muertos, escribe que en esto no está la perfecta alegría.
Después de otro largo trecho, Francisco volvió a decir:
-Fray León, si el fraile menor supiera hablar todas las lenguas, si conociera todas las ciencias, si supiera todas las escrituras, si pudiera predecir el futuro y leer el secreto de las conciencias, escribe que también en esto no está todavía la perfecta alegría.
Fray León parecía no estar prestando atención a las palabras del Santo. Se había vuelto hacia atrás. En cambio, las meditaba en su corazón, procurando comprender su significado. Mientras tanto, la lluvia seguía cayendo, calando a los dos frailes hasta los huesos, y el viento castigaba implacable las piernas desnudas de los dos frailes.
Aun, unos cuantos cientos de metros… Después Francisco prosiguió su retahíla:
-Fray León, ovejuela de Dios, aun si los frailes menores pudieran hablar con los ángeles, si conocieran los misterios de las estrellas, si les fueran revelados todos los tesoros de la tierra, los poderes de las aves, de los peces, de los animales, de los hombres, de los arboles, de las piedras y de las aguas, yo te digo y te repito escribas, que tampoco en esto está la perfecta alegría.
Unos dos kilómetros después, embargado de mayor entusiasmo, con voz más alta, casi gritando acentuó:
-Fray León, también si el fraile menor pudiera predicar tan bien hasta convertir a todos los fieles en Jesucristo, tampoco en ello estaría la perfecta alegría.
Fray León salió finalmente de su silencio y con humildad preguntó:
-Y entonces, Padre, yo te ruego en nombre de Dios me digas donde está la perfecta alegría.
Y el santo contesto así:
-Si una vez llegados a Santa María de los Ángeles, empapados de lluvia, tiritando por el frío, embarrados hasta los ojos, atormentados por el hambre… si llamamos a la puerta y el portero mirando airado por el agujero nos ve… y comienza a gritar: “Idos, malhechores y mentirosos…vosotros sois ladrones que buscáis hurtar las limosnas de los pobres…”, si soportamos con paciencia todos estos insultos, escribe fray León, que en esto está la perfecta alegría.
Y si nosotros, apremiados por el hambre y el frío, temblorosos por la noche, seguimos llamando a la puerta, y lo hacemos cada vez más fuerte, y llorando rogamos al portero que nos haga entrar por el amor de Dios… y el, saliendo con un nudoso garrote, nos agarra por la capucha y nos arroja por tierra, y nos frota contra la nieve, y nos muele a palos en las coyunturas, donde mas duele, y nos sigue insultando y maldiciendo… Y bien, si todas estas cosas nosotros las soportamos con paciencia y júbilo, pensando en los sufrimientos de Jesús Crucificado, oh, Fray León, escribe que en esto, y solo en esto, está la perfecta alegría.
-Y ahora, Fray León, escucha la conclusión de todo este discurso… Nosotros no podemos gloriarnos de las gracias y buenas cualidades que poseemos. Son un don de Dios, el cual, como nos las ha dado, también nos las puede quitar… Sin embargo, podemos gloriarnos de una sola cosa porque es completamente nuestra: “Aceptar con amor los sufrimientos, los insultos, las penalidades de la vida”. De esta manera daremos gloria a Dios y nuestro corazón gozará en la espera del premio eterno.
San Francisco
ONCE MILLONES DE LEDS
Estos días en la calle todo son luces y adornos. No está del todo mal. Nos ayuda a acordarnos de que estos días no son días cualesquiera. Nos distraen de las ocupaciones, de las rutinas… Pero hasta ahí. No dejan de ser eso, una distracción, un maquillaje… y una «desfiguración» de uno de los grandes símbolos de la Navidad: la Luz.
Ese es el gran anuncio de este tiempo. En Nochebuena, en la misa de medianoche, se proclama una profecía que Isaías pronunció hace 2700 años en uno de los momentos más delicados de la historia del Pueblo. Acababa de caer el Reino de Israel. Diez de las tribus habían, de facto, dejado de existir. La mayor maquinaria de guerra que había conocido la humanidad (el ejército asirio) amenazaba la existencia de Judá. Todo parecía perdido en una noche amarga y oscura.
En medio de ella, Isaías va y dice: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló» (Is 9, 1). Habla de alegría, gozo, paz… Todo a causa del regalo de un niño, de la vida. Posiblemente el profeta pensara en Ezequías, sobre quien «pesaba» otra profecía, la del Emmanuel (Is 7, 14), también pronunciada en un momento difícil cuando Siria e Israel se habían aliado contra Jerusalén.
Humanamente es paradójico que esos dos momentos donde el desenlace más probable parecía la muerte, el Espíritu moviera a Isaías a anunciar la vida que es signo de la presencia constante de Dios junto a los suyos. Por eso no es de extrañar que, siglos más tarde, Mateo y Lucas recuperan precisamente estas dos profecía cuando narran e interpretan el nacimiento de Jesús.
De eso va la Navidad. De eso, de hecho, va toda la existencia cristiana. De que Dios viene a los espacios más tenebrosos de nuestra vida, esos lugares en los que nos hemos ya rendido, de los que tenemos miedo, los que nos dan vergüenza, los que tratamos de ocultarnos incluso a nosotros mismos… y allí hace que brillen la Luz y la Vida.
Ricardo Sanjurjo, pbro
CANTO
Siempre Alegres – Athenas
Una luz – Verónica Sanfilippo
Xtreme Kids | «Brilla En Mi»
VIDEO
Domingo Gaudete Oscar Valado