A Palabra no Domingo XVIII do Tempo Ordinario – Ciclo A

GALEGO

Evanxeo     Mt 17, 1-9

O seu rostro resplandecía coma o sol

            Naquel tempo, levou Xesús consigo a Pedro, a Santiago e a Xoán seu irmán, e subiu con eles sós a un monte alto.

            Alí transfigurouse diante deles; o seu rostro resplandecía coma o sol; e os seus vestidos viraron brancos coma a luz.

            Nisto aparecéuselles Moisés e tamén Elías, que estaban falando con el.

            Pedro colleu a palabra e díxolle a Xesús:

            ‑ Señor, que bo sería ficarmos aquí! Queres que faga aquí tres tendas, unha para ti, outra para Moisés e outra para Elías?

            Aínda el estaba falando, cando apareceu unha nube luminosa que os cubriu; e oíuse unha voz que dende a nube dicía:

            ‑ Este é o meu Fillo benquerido, o que me comprace; escoitá­deo.

            Ó escoitaren isto, os discípulos caeron debruzados, cheos de temor. Xesús, achegándose, tocounos e díxolles:

            ‑ Erguédevos, non teñades medo!

            Levantando os ollos, non viron a ninguén fóra de Xesús.

            Cando baixaban do monte, Xesús encargoulles:

            ‑ Non lle faledes desta visión a ninguén, ata que o Fillo do Home resucite de entre os mortos.

Palabra do Señor

CASTELLANO

Primera lectura

Lectura de la profecía de Daniel (7,9-10.13-14):

Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 96

R/.
 El Señor reina, altísimo sobre la tierra

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R/.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R/.

Porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R/.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta de Pedro (1,16-19):

Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto.» Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.

Palabra de Dios

Evangelio del domingo

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,1-9):

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.»
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Palabra del Señor

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